Cubos de papel

OPINIÓN

14 abr 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

Cada día más están presentes en nuestras ciudades los cubos de colores. A cierta hora del día circulan por la ciudad camionetas con anuncio de servicios de basura y otras con reparto a domicilio de cubos de recogida de basura. Es todo un espectáculo cómo en unos minutos ambas aceras de una calle quedan festoneadas por una serie de colores que indican la materia reciclable correspondiente.

Se trata de algo aparentemente vulgar y cotidiano; pero de un impacto ecológico básico y fundamente para la higiene personal de la villa, pueblo o ciudad y la mejora del medioambiente. Hasta aquí, los cubos son cubos de verdad y cumplen una función cívico-social. Pero en nuestras ciudades existe paralelo otro fenómeno de «cubos de papel».

Y, si no recorran a primeras horas del día e incluso al caer de la tarde y verán otro espectáculo menos social, cívico, humano e igualitario. Todos los días son testigo del «espectáculo»: entradas de capillas, iglesia, supermercados o cualquier edificio abierto al público en general, SIEMPRE nos encontraremos con una o dos personas sentadas en el quicio de la puerta con la mirada indefinida, las manos sucias y suplicantes y con el único objeto identificativos un vaso de plástico y una pequeña pancarta de cartón con leyendas como la siguiente: «Estoy en paro, tengo un/una hija…Necesito ayuda».

Los lugares elegidos son netamente estratégicos y la figura humana con el atuendo más humillante y suplicante.

Todo eso es el montaje externo. Pero, ¿nada más?

Sí detrás de todo ello se esconde una mafia perfectamente orquestada.

A cierta hora del día cual  cubos de basura depositan a estas personas humanas, no importa edad ni sexo, no en las aceras de la calle; sino en esos puntos estratégicos donde los ciudadanos acuden rutinariamente a cubrir sus necesidades espirituales, burocráticas, alimentarias,…

Lo que importa es dar bien la tecla y recoger los beneficios oportunos sin dar la cara, sin esforzarse en invertir conforme a la ley, de no arriesgar el mínimo detalle.

Así, en cada zona urbana en nuestra sociedad postindustrial y socialmente «igualitaria», asistimos diariamente a un doble espectáculo cuyos protagonistas externos son los cubos de colores y los cubos de papel. Con mensajes tan diametralmente opuestos: reciclar y explotar o esclavizar.

Esta es nuestra sociedad, contradictoria como la vida misma.