Contra la intolerancia

Xose Carlos Caneiro
Xosé Carlos Caneiro EL EQUILIBRISTA

OPINIÓN

Atienza

22 abr 2019 . Actualizado a las 07:19 h.

El pasado año se conmemoró el segundo centenario de una de las instituciones más sobresalientes de la cultura europea, o sea, de la cultura en sí misma. La Société de Lecture nació en Ginebra en 1818 para promover el amor a las Letras y Ciencias, tal como podemos leer en su presentación de Internet. Está situada en la Grand Rue, lugar amado por Borges y muy significado en su biografía. Alberga alrededor de 400.000 libros, que compendian el saber, la ilustración y las luces más excelsas que la humanidad ha procreado. En el segundo piso, concretamente en el frontispicio de entrada al salón más amplio del edificio, podemos leer la célebre sentencia atribuida a Tomás de Aquino: «Timeo hominem unius libri», temo al hombre de un solo libro. Han sido muchas las interpretaciones que a lo largo de la historia se han hecho de tal frase. Desde los que piensan que es una afirmación de las bondades de la pluralidad y los que creen, contrariamente, que Tomás quería loar a aquellos que se especializan en una sola cosa. Yo tengo mi propia opinión y siempre he llevado el adagio tomista como una advertencia contra el fanatismo.

Uno de mis libros de cabecera, que siempre he leído como la mejor de las novelas, es Historia de la decadencia y caída del Imperio Romano, un clásico. Edward Gibbon nos enseña cómo incluso los más sabios llegan, en su obcecación, a ser capaces de la mayores atrocidades por fundamentar sus asertos en principios unívocos e inflexibles.

En estos tiempos de literatura floja, regresar a los eruditos del pasado es una de las pocas islas desiertas donde puede solazarse un escritor. Lo hago como costumbre mientras la campaña electoral retumba en mi interior. Uno quisiera estar dormido (bien dormido) hasta que pasase este tren de despropósitos: el mundo se divide, decía Cioran, entre los que duermen bien y los que no duermen bien. No se debate, se zahiere al oponente. España se ha vuelto a partir por la mitad. Y ninguna de las dos mitades acaba de gustarme del todo. Se han perdido las maneras y la educación. Se ha perdido el respeto al contrincante. Los unos se afirman denigrando a los otros. Hemos tocado fondo. Falta cultura.

Falta releer la frase que los socios de la institución suiza de la que hablo al principio, sublime, repiten hasta la extenuación. Debemos temer a los hombres de un solo libro. Especialmente a aquellos que tienen su libro como verdad absoluta y reniegan del rival. Estamos agraviando la democracia. Ya no se discuten las ideas. Fenecen. Solo se denigra al contrario. El país más tolerante del mundo, tal vez el nuestro, ya no tolera a los que piensan distinto. De eso nos va a servir esta campaña electoral, zafia y tosca. Nos servirá para reclamar desde cualquier lugar, una columna de periódico por ejemplo, un hálito de tolerancia. Así no se puede respirar.