Una, Grande y de clase alta

OPINIÓN

26 abr 2019 . Actualizado a las 11:15 h.

Me preocupa la incapacidad de algunos políticos para mantener la compostura en un debate televisivo, pero al margen del bochornoso espectáculo de estos días, especialmente el martes, plagado de groseras mentiras, gráficos que no lo son, rollitos de papel enturulado, regalos y alguna tonelada más de vergüenza ajena protagonizada por el líder del partido naranja, vi una enfermiza obsesión compartida por los dos candidatos de derechas, uno más de derechas y otro galopando desbocado para alejarse del centro, con los okupas.

No tendría mayor relevancia si les hubieran preguntado qué piensan hacer con quienes ocupan ilegalmente una vivienda. El problema es que se les preguntó explícitamente por el problema gravísimo que hay con el acceso a un techo en este país. Y saltaron con eso. Con esa mierda, permítanme decirlo.

Realmente es su papel, reducir el problema de la vivienda a esos malvados okupas. Un problema meramente anecdótico en ese mar de podredumbre que es el mercado inmobiliario es lo primero que les viene a la cabeza. Y luego, como remate, se añadió que hay que dar seguridad a los arrendadores. En ningún momento, ni por un solo segundo, ni por una milésima, estos dos señores, el Sr. Naranja y el Sr. Azul, tuvieron media palabra para los inquilinos y sus problemas. No la tuvieron porque el asunto es complejo e implica no solo la especulación: también entra de lleno en ese otro Gran Satán para la derecha que es la subida de salarios, por poner un ejemplo.

En España vivir de alquiler es el castigo consciente que se depara a quienes no pueden -no podemos- acceder a una vivienda en propiedad. Y los que tienen propiedades para alquilar, son quienes ejecutan este castigo. El inquilino es un ser odioso, un vago dispuesto a chulear al propietario, vaca sagrada del sistema, que encima tiene que sufrir que un porcentaje ínfimo y despreciable de las propiedades sean ocupadas por piojosos todavía peores que los inquilinos.

Los dos socios del debate no ven un problema en el acceso a la vivienda. No se dan cuenta de que a este paso ni tan siquiera podremos alquilar una habitación individual donde quepa la sacrosanta bandera de España de las narices.

Dice Albert que siente que todos los españoles somos su familia, como si esto fuera el Condado de los Seis Dedos. En su lacrimógeno y disneyano discurso ni se acordó de los trabajadores por cuenta ajena, pues todos tenemos familia de la que avergonzarnos. Fíjense bien: el martes, dos personas totalmente alejadas de cualquier cosa que huela a marxismo presentaron nítidos discursos de clase. De la suya, se entiende.