Kipling y el mantra de los indultos

Fernando Salgado
Fernando Salgado LA QUILLA

OPINIÓN

24 abr 2019 . Actualizado a las 07:21 h.

Nunca segundas partes fueron buenas, le recuerda Sansón Carrasco a Don Quijote, advertencia felizmente desoída por el creador de ambos personajes. Cierto que toda regla tiene su excepción: dicen los cinéfilos que la segunda entrega de El Padrino mejoró la primera.

Tal vez por celebrarse en el Día del Libro, cabodano de Cervantes, el segundo debate electoral cumplió la regla más que la excepción. Los mismos candidatos, los mismos asuntos y similar fuego cruzado. Todos contra Sánchez, pero en distinta proporción y reservándose munición para atizar a sus hipotéticos compañeros de viaje. Pablo Casado cogió de nuevo el fusil, abandonó el traje institucional del lunes y repartió estopa a Sánchez y a Rivera. Fue la principal novedad del segundo debate. Albert Rivera siguió a lo suyo, con su vudú al inquilino de La Moncloa y sus dardos al presunto jefe de las tres derechas, pero divirtiéndose menos que el lunes. Pedro Sánchez, crecido a medida que transcurría el debate y sin rehuir el cuerpo a cuerpo. Y Pablo Iglesias, por veces brillante, denunciando la lectura sesgada de la Constitución con su fe de converso y obsesionado por conocer la novia que Sánchez quiere llevarse a la vicaría.

¿Otras novedades? Pocas. La más sobresaliente, una vez aflojadas las ballestas del corsé de la televisión pública, el aumento de decibelios, estrépito y testosterona. La intensidad del rifirrafe y las acusaciones recíprocas de mentir. Y una mayor presencia del Gran Ausente, la sombra alargada que eclipsa a Casado y Rivera como la sombra de Torra oscurece la faz presidencial.

Ya en el tramo final, de nuevo la consabida monserga de los indultos. La pregunta del millón: ¿Va usted a indultar a los golpistas catalanes? Recordé entonces, como efluvio de la somnolencia, aquel poema de Rudyard Kipling, titulado Si, que figuraba enmarcado en el salón de actos del colegio menor de Lugo. Un manual de resistencia como el de Pedro Sánchez, pero en verso. El poema fija quince condiciones para alcanzar la hombría; entre ellas: «Si guardas tu cabeza cuando todos la suya / han perdido (...) Si tienes en ti mismo una fe que te niegan (...) Si te acosa el engaño y no traficas mentiras (...) Si ni enemigos ni amigos pueden hacerte heridas...». Y la conclusión: «Si llenas el minuto inexorable y válido / con sesenta segundos de largo recorrido (...) serás hombre, hijo mío». Hombre -la mujer no contaba en la época- o, cuando menos, vencedor del debate.

Creo que Pedro Sánchez salió bien parado de la doble encerrona. Aunque desperdició la oportunidad de contestar «a lo Kipling» al mantra de la derecha. Algo de este tenor: Si soy elegido presidente, porque nada está escrito aún; si el Supremo condena a los procesados, porque los ampara todavía la presunción de inocencia; si el tribunal de Estrasburgo ratifica la sentencia condenatoria, porque nunca se sabe; si los condenados solicitan el indulto, porque no se puede indultar de oficio; cuando se cumplan esas cuatro condiciones, entonces sí, tocará hablar de los indultos.