España ya no es diferente

Cristina Ares
Cristina Ares FIRMA INVITADA

OPINIÓN

28 abr 2019 . Actualizado a las 16:08 h.

Spain is different fue el eslogan escogido en la década de 1960 por el ministro Fraga como reclamo turístico allende los Pirineos. En la actualidad, la nuestra, una de las veinte democracias plenas del mundo, dista de ser un destino exótico. Si España dejó de parecer un país de Europa occidental raro antes de que don Manuel arribase a Galicia, tras las elecciones europeas de 2014, definitivamente, Spain is no longer different (España ya no es diferente). El pero es que nos han cambiado la pregunta. La nueva es si la más reciente convergencia política constituye una buena noticia para la democracia, y su respuesta no nos gusta.

 La aproximación de la competición electoral entre países europeos se explica no por la gran crisis iniciada en 2007 sino por una combinación de factores de más largo recorrido. Conceptos como globalización, integración regional, renovación generacional del electorado (diferentes experiencias de socialización política) o expansión de las tecnologías de la información y las comunicaciones juegan su papel. El resultado de estos procesos concomitantes es una pérdida de importancia de la dimensión izquierda-derecha socioeconómica en favor de elementos culturales que se subsumen en un eje de competición distinto.

El principal conflicto político es ahora el que separa a las personas tradicionales (algunas autoritarias) y nacionalistas, de las cosmopolitas. Estas últimas no se sientan perdedoras o amenazadas por la globalización. Las primeras desean continuar ancladas y a salvo en su territorio; demandan mayor protección.

Los ciudadanos que se sienten políticamente abandonados y muchos nuevos votantes, quienes construyen identidades políticas sin vinculación a los partidos tradicionales, se separan de las que han sido las fuerzas protagonistas de la política europea desde la Segunda Guerra Mundial.

En el 2014, el todavía llamado Frente Nacional (hoy, Reagrupamiento Nacional) y el Partido por la Independencia del Reino Unido inician terremotos políticos simultáneos en las dos orillas del Canal de la Mancha al vencer a la derecha gaullista y el Partido Socialista francés (casi desaparecido), el primero, y a los laboristas y conservadores británicos, el segundo. El minuto y resultado es que Francia acaba liderada por un refresquito reformista y euro militante, y las Silly Isles (imposible, no parafrasear una reciente portada de The Economist), desgobernadas por el brexit.

Cuatro meses después de la victoria de Macron, la derecha radical de Alternativa para Alemania se convierte en el principal partido de la oposición federal con casi una centena de asientos en el Bundestag. En Italia, desde hace ahora un año, el agua y el aceite de la Liga y el Movimiento 5 Estrellas, ambos opuestos al consenso socioliberal que ha construido y gobernado Europa, tratan de salir adelante juntos.

En 2019, España, en crisis desde 2015, decide si se quiere parecer más a Alemania y a Francia o a los otros. Casi nada.