No seamos inquietos, ni impulsivos. Armémonos de paciencia y aguardemos a conocer los análisis y las conclusiones que dejen las elecciones municipales y autonómicas en las urnas. Y solo entonces podremos saber si Pedro Sánchez va a afrontar el futuro en solitario o lo hará en compañía de quienes faciliten su investidura. Mientras tanto, entretengámonos con conjeturas y adivinanzas sobre los beneficios de pactos a derecha e izquierda. Y veamos con escepticismo cualquier principio de acuerdo que pueda producirse en los próximos días. No será más que una teatralización.
Porque ni Sánchez, ni Iglesias, ni Rivera; ni tan siquiera los independentistas de ERC tienen, por mucho que nos digan, previsto moverse. No es el momento. Las urnas vuelven a estar a la vuelta de la esquina y una declaración de intenciones ahora mismo puede tener resultados nefastos para quienes la realicen. Lo rentable es ser amable y abrirse a todas las propuestas, pero sabiendo que no serán aceptadas.
Sánchez y los socialistas están tan eufóricamente satisfechos con los resultados del domingo que no van a arruinar otra posible victoria. Aunque poco o nada tienen que ver ambas consultas. Parece evidente, por ejemplo, que el PP no sufrirá una demolición como la de las generales. Y además, en las municipales, e incluso en las autonómicas, se valoran sobremanera los candidatos por encima de las siglas. Y los pactos locales, con infinidad de pequeñas fuerzas, hacen variar ostensiblemente los resultados finales.
Pero aun sabiendo que los resultados no son extrapolables, nadie quiere arriesgar mostrando sus intenciones. España puede esperar y a los españoles nos tienen entretenidos haciendo sumas, restas y cábalas sobre lo que puede ocurrir, mientras vemos incrédulos cómo banqueros y asociaciones empresariales nos dicen por dónde ha de ir nuestro futuro.
España puede esperar. Porque después de años de inacción e ineficacia, tampoco es definitivo mes arriba o abajo. Todo vaya en beneficio de nuestros relumbrantes dirigentes.