Raritos

Luis Ferrer i Balsebre
Luis Ferrer i Balsebre EL TONEL DE DIÓGENES

OPINIÓN

05 may 2019 . Actualizado a las 17:22 h.

En estos festivos primaverales pagados por el sindicato estuve releyendo al infinito Borges.

De Borges retomé la poesía -siempre que se lee a Borges se descubren nuevas imágenes ocultas-; el argentino tiene un poema excepcional que titula Los Justos en el que describe un colaje de escenas cotidianas que acaban en una verdad rotunda.

Parodiando el poema que finaliza afirmando que son esos ‘Justos’ que él enumera quienes están salvando al mundo, se me ocurrieron algunos apuntes actuales que podrían tentar un final mucho más modesto, pero probablemente igual de cierto. Aunque yo lo titularía Los Raritos y diría así:

Los que resisten teniendo que adaptarse a las nuevas tecnologías, los que saben paladear una buena conversación más que un chiste de WhatsApp, los que hacen el amor sin manuales, los que no saben montar un mueble de Ikea, los que se agobian en los centros comerciales, los que entienden la música como una química y no como una base de datos.

Los que leen pensando y piensan lo que leen, los que ven fantasmas a la derecha y a la izquierda, los que sueñan en color, los que se estremecen con una editorial, los que no soportan la telebasura , los que son capaces de darse cuenta que están siendo felices.

Los que le tiran la pelota a un perro, los que aún regalan flores, los que no creen en nada y se lo creen todo, los que comen pinchos de tortilla con el café con leche, los que cuidan a los amigos en tres dimensiones, los que no leen un tuit.

Los que rinden el orgullo a la fatiga de discutir, los que se molestan en trabajar, los que se cambian de ropa interior a diario, los que comen y hacen pis sentados. Los del chocolate sin culpa.

Los que acarician los libros, los que miran fotos, los que compran el periódico, los que fuman a hurtadillas por la noche, los que no saben a cuánto está el yen.

Los que entienden por qué sonríen y nunca lo hacen sin entender, los que están de vuelta de todo y no saben a dónde volver, los que nada esperan y nunca son defraudados, los prófugos de La Isla y el Sálvame.

Las que ven la silicona en el morro ajeno y la arruga en el propio, los que no saben qué es la quinoa, los que nunca tienen los pantanos vacíos, los que pagan, los que invitan, los que tienen la conciencia limpia sin tener mala memoria.

Los que nunca pegan a un hombre caído porque puede levantarse, y los que no hablan si no pueden mejorar el silencio.

Todos estos raritos están salvando el mundo.

Con permiso de Borges.