La cuarta autoridad del Estado

Fernando Ónega
Fernando Ónega DESDE LA CORTE

OPINIÓN

Andreu Dalmau

09 may 2019 . Actualizado a las 07:55 h.

El Senado casi siempre ha sido patrimonio de la derecha. Debe ser -y perdónenme la frivolidad- que los votantes han visto a los candidatos del Partido Popular con más cara de senadores. Pero ya ven: la catástrofe electoral del PP tuvo también su reflejo en el Senado, donde pasó de disfrutar la mayoría no absoluta, sino apabullante, a una derrota severa. Una de las explicaciones es que se invitó a los votantes al 1+1+1; es decir, votar a un candidato del PP, otro de Ciudadanos y otro de Vox, con lo cual el número de sufragios se ha partido por tres. He ahí otro de los errores de la campaña conservadora.

Ahora ese error se paga. El PSOE tiene la mayoría absoluta que ya quisiera para el Congreso y por ahí empieza la ocupación del poder. El primer nombramiento anunciado para la próxima legislatura es el de Miquel Iceta, hasta ahora primer secretario del PSC. ¿A usted se le hubiera ocurrido ese nombre? A mí, no. Y no porque no crea en la talla política de Iceta, sino porque lo consideraba demasiado importante para Pedro Sánchez en Cataluña. Bajo su dirección, el PSC-PSOE pasó de ser una fuerza política en continua decadencia a ser la segunda más votada. Algún mérito debe haber tenido Iceta al que, por cierto, sus competidores califican como el político más culto del universo catalán.

¿Por qué entonces Pedro Sánchez se ha fijado en él y obliga a Montilla a la humillación de dimitir para que pueda sucederle? Hay razones personales y razones políticas. La razón personal es de premio a la lealtad. Cuando el presidente del Gobierno en funciones se sometía a las pruebas de resistencia y el partido se rompía entre Susana Díaz y Sánchez, Iceta estaba con él. Cuando llegaron las escaramuzas con el PP, Iceta se desgañitaba en los mítines para pedirle a Sánchez que acabara con Rajoy. Y Sánchez corresponde a esa lealtad con su designación como cuarta autoridad del Estado. Por si alguien tenía alguna duda, Sánchez es cruel con sus enemigos y sabe premiar la fidelidad.

Las razones políticas son estas: primera, que Iceta es un buen conocedor de la realidad catalana y, por tanto, un buen consejero. Tenerlo cerca es como tener un segundo vicepresidente del Gobierno para asuntos de Cataluña. Segunda, es un buen baluarte frente a quienes, como Albert Rivera, han comenzado el curso político pidiendo la aplicación del 155, cuya última palabra es del Senado. Y tercera, Iceta es un político constitucionalista capaz de entenderse con los independentistas. Ante esos méritos, que nadie le recuerde sus palabras de que algo habrá que hacer cuando el 65 % de los catalanes quieran la independencia. Que nadie se lo recuerde -ya lo hizo Pablo Casado- porque todos sabemos que es verdad.