La remontada de Casado y sus riesgos

OPINIÓN

11 may 2019 . Actualizado a las 09:38 h.

Dominado por el ansia de superar el desastre del 28A, y por resituar al PP en una competición bipartidista, Pablo Casado ha tomado dos decisiones urgentes que, no por el fondo, sino por las prisas, pueden jugarle una mala pasada. La primera fue el giro discursivo que, en sólo tres días, debía arrancarlo de las fauces de la derecha-derecha, y de los coqueteos con el Estado jacobino, para regresarlo a las suaves colinas del centro. Necesitaba -y en eso acierta- atenuar su devoción al aznarismo, y a los torquemadas que le hacían coro, para regresar al estilo de Rajoy -fraternal, estable, pacienzudo e inteligente-, y junto a los hábiles negociadores que con tanto donaire se movieron en un mundo y un tiempo de máxima complejidad. Ese retorno a Ítaca está bien, amigo Casado, y es muy necesario. Pero, si lo haces pisando el gas a fondo, corres el riesgo de estrellarte en la primera curva, o de llegar a la meta no como el hombre de Estado que aún puedes ser, sino como un vulgar cambiachaquetas movido por una racha de viento.

La segunda decisión fue convertir la remontada -que es lo que hizo el Liverpool en Anfield- en la idea-fuerza de la presente campaña electoral, con la intención de generar una épica reactiva que, además de enardecer a los candidatos y electores del PP, permita que un triunfante Casado, en la misma noche del 26M, proclame el fin de las vacas flacas, y el inicio de la reconquista -¡cuidado con la palabra!- de la Moncloa. Aunque Casado sabe que una remontada política, en su estricto sentido, no se puede hacer en un mes, resulta obvio que está jugando con la astucia de comparar dos elecciones de naturaleza muy diferente que, dada la deficiente estructura organizativa de Ciudadanos y Vox, y su inevitable ausencia en miles de circunscripciones municipales, abre la posibilidad de que la comparación -que incluye al PSOE, por causas diferentes- genere la sensación de remontada.

Pero cuidado, Pablo, que el diablo tienta sin descanso. Porque te estás metiendo en la ‘trampa de las expectativas’, un concepto antiquísimo, cantado ya por Horacio, y al que el politólogo Stephan Medvic -después analizar la cuestión a la luz de las tecnologías de la comunicación- le puso el nombre por el que yo la cito. Esta vez, Pablo, no te van a contar los votos y los escaños, sino que vas a competir contra la visualización de tu poder en las grandes ciudades y autonomías, donde puedes fracasar; contra los resultados en las elecciones europeas, en las que vas a quedar en zona templada; y contra las propias expectativas de remontada y reunificación de voto que estás sembrando, que en ningún caso podrás alcanzar.

Por eso aconsejo calma. Porque una casa en ruinas se puede enfoscar y repintar en una semana, pero en ese tiempo no se puede restaurar. Y el PP, tal como está, no necesita chapa y pintura, sino un cambio tal que lo haga irreconocible -como dijo Alfonso Guerra- para «la madre que lo parió». Y para eso la palabra no es remontada, sino tesón y serenidad.