La dolorosa leyenda de Ternera

Fernando Ónega
Fernando Ónega DESDE LA CORTE

OPINIÓN

17 may 2019 . Actualizado a las 07:46 h.

ETA surgió de este pueblo y ahora se disuelve en él». Esta es la frase que Josu Ternera leyó en el último comunicado de la banda terrorista. Era el 3 de mayo del 2018 y ahí terminaba ETA «toda su actividad política», expresión textual del escrito leído. La frase, aunque proceda del autor material o intelectual de gravísimos atentados, tenía entonces y tiene ahora la magia de un testimonio de impacto. Si no fuese escrita por manos manchadas de sangre, se podría decir que tenía incluso una cierta grandeza. Por lo menos literaria.

Disolverse en el pueblo vasco era la ilusión de los miembros del grupo armado y de alguna forma lo consiguieron: ahora sus sucesores buscan los mismos fines por vías pacíficas, están integrados en las instituciones, su líder político confesó que el actual jefe del Gobierno le pidió su voto para la convalidación de varios decretos leyes, y nadie habla en el País Vasco de violencia armada. Los guardaespaldas que cuidaban la seguridad de empresarios, políticos y otros personajes de la vida pública han cambiado de empleo.

El actor principal de esta historia fue detenido ayer. Llevaba 17 años escapado de la Justicia y con una orden internacional de busca y captura. Durante esos 17 años se dijo todo de él. Hemos sospechado que se le había dejado escapar para tener un interlocutor de autoridad sobre la banda en las negociaciones, porque tenía antecedentes de negociador, aunque fuese desde la cárcel. Hemos escuchado que las policías española y francesa sabían perfectamente dónde estaba, pero tenían orden de no detenerlo. La detención de ahora lo desmiente, pero quizá nunca sepamos dónde empezaba la leyenda y dónde una historia real que nunca se ha contado bien. Lo único que puedo decir es que durante estos años les he preguntado a todos los ministros del Interior por Ternera y todos respondieron lo mismo: que no sabían dónde estaba y la orden de busca y captura seguía vigente. «Pero si está vivo, caerá», repetían también todos, como si fuese una consigna informativa.

Y cayó. Enfermo y viejo, el hombre que más poder tuvo entre los terroristas del tiro en la nuca y los coches bomba está en un hospital vigilado por la policía francesa para ser entregado a España. Si quisiera, podría ayudar a aclarar los casi trescientos crímenes de ETA cuya autoría todavía es desconocida. Pero no querrá, naturalmente. Lo único que podemos esperar es que sea juzgado y se haga justicia con él. Y dejar constancia una vez más de que la Policía y la Guardia Civil nunca abandonan un objetivo. A veces pasan muchos años, caen en el desánimo, pero el delincuente buscado acaba cayendo. El dinero destinado a los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad es el dinero mejor gastado.