Salvamundos

Miguel Anxo Murado

OPINIÓN

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26 may 2019 . Actualizado a las 10:33 h.

De siempre, desde que era niño, me han irritado los malvados de películas. Entre otras cosas, me parecía lamentable que a menudo estuviesen en posesión de doctorados universitarios: Dr. Frankenstein, Dr. Mabuse, Dr. No, Dr. Doom, Dr. Octopus, Dr. Death... Es algo que deja una pésima impresión sobre la utilidad de una educación superior. Pero últimamente he oído hablar de un malvado que es un auténtico ignorante, lo que me parece mucho más apropiado. Se trata de un tal Thanos, el malo de unas películas del Universo Marvel de las que acaba de salir una secuela (es curioso que les llamen «secuelas» a algunas películas, como si fuesen daños irreversibles que han quedado de ver las anteriores).

En fin, lo que me interesa de este Thanos es que representa, en cierto modo, el espíritu de esta época. Más que malo, digamos que es una especie de activista radical con buenas intenciones, pero métodos poco meditados. En la película anterior, con un chasquido de sus dedos, Thanos destruye exactamente a la mitad de la humanidad. Al azar, porque su motivación es puramente cuantitativa. En un planeta con demasiada gente y recursos limitados, razona Thanos, esa sería la mejor manera de hacerlo sostenible. Esto le convierte en una especie de brazo armado imaginario de Greta Thunberg o Alexandria Ocasio-Cortez, las jóvenes activistas que abogan por reducir drásticamente la población de la Tierra, una vez que ellas ya están dentro. No de este modo, claro está; pero Thanos es como una proyección de esa fantasía neomalthusiana. De hecho, ayer, en la BBC, escuché a una antropóloga decir que, aunque expeditiva, no le parece mala idea. Y esta sí tiene un doctorado. Al final va a ser cierto que pasa algo raro en las universidades. Y así, medio en broma medio en serio, el coqueteo teórico con el genocidio empieza a abrirse paso en el movimiento ecologista, entre las pancartas del sol que está triste, el malabarista con la cara maquillada de blanco y el Imagine de John Lennon.

Sea. Siendo positivos, un cincuenta por ciento es una probabilidad tolerable. Pero me temo que Thanos no lo ha pensado bien. Personalmente, tengo una mala opinión del genocidio, pero además creo que no es muy eficaz.

Por solo centrarse en un aspecto muy concreto, y dejando a un lado las relaciones personales, en nuestra sociedad las relaciones laborales son tan estrechas, y se ha alcanzado tal grado de especialización, que hay más técnicos imprescindibles de lo que creemos. Eliminar al azar un cincuenta por ciento de las personas haría que dejasen de funcionar la mayor parte de las organizaciones críticas en el mundo, muchas de forma irreversible.

Es lo que Zachary Feinstein llama el «factor bus». También caería bruscamente el consumo, como poco a la mitad, con lo que se hundirían todos los sectores de la economía. Es cierto que de golpe se resolverían muchos de los problemas que nos aquejan: la vivienda abundaría y caería su precio, habría más oferta de trabajo, se reduciría la presión sobre el medio ambiente. Pero para entonces estaríamos ya en una espiral de recesión irresoluble que desembocaría en el caos y el hambre. Habríamos limitado la población a la mitad, pero también habríamos reducido los recursos a mucho menos de la mitad, con lo que estaríamos peor. Y eso por no mencionar a los pobres desgraciados que habrían sido liquidados con el chasquido de dedos.

El mundo es una máquina complicada y no del todo bien conocida. Salvarlo es más difícil de lo que parece. Mi consejo para Thanos y los que están de acuerdo con él es que le den otra vuelta al asunto.