No digas que fue un sueño

Eduardo Riestra
Eduardo Riestra TIERRA DE NADIE

OPINIÓN

02 jun 2019 . Actualizado a las 11:25 h.

El rebumbio de las elecciones tiene un efecto devastador en las almas puras de los políticos, que, en muchos casos, son comidos como fichas del parchís y tienen que volver a la casilla de salida y recomenzar (un pedante diría como Sísifo) su ascensión. En realidad son como bañistas de Barrañán a los que una ola envuelve, arrastra y deja sentados en la arena con el traje de baño en la cabeza. 

Cuando el político asturiano Gerardo Iglesias cesó de secretario general del Partido Comunista y, tras los laureles del poder y las mieles de la fama, volvió a la mina, se alabó su decisión, de manera que se confirmaba lo excepcional del hecho.

A fuerza de que te adulen y te paguen un sueldazo, de que se te cuadren los policías y el chófer te abra la puerta, es lógico que acabes creyendo que te lo mereces. Por eso la heroica marcha voluntaria de algunos no deja de tener algo de melodramática, porque, al fin y al cabo, no se trata de partir a descubrir los polos o a la guerra de Cuba, sino solo de volver a casa con su familia, con los que se viene en llamar los seres queridos.

Es verdad, porque yo lo he visto, que cuando uno se queda sin asiento en el juego diabólico de las sillas musicales -que deberían prohibir para evitar futuros asesinos- y cae en desgracia, los saludos se van acallando y las palmadas en la espalda desaparecen del todo. Pues, lo dicho: bienvenidos a casa. A la vuestra, claro.