Un pan con unas tortas

Fernando Ónega
Fernando Ónega DESDE LA CORTE

OPINIÓN

04 jun 2019 . Actualizado a las 08:42 h.

Para este cronista, la posición más ética en este momento sería apoyar que gobierne la lista más votada. Si en un sitio es el PSOE, que gobierne el PSOE. Y si es el PP, que gobierne el PP. Así se evitaría el espectáculo actual de vetos, tráfico de cargos, permutas interesadas y demás perversiones que confunden al electorado por habituales que sean. En Navarra, por ejemplo, gobernaría la coalición españolista «Navarra Suma» y enterraríamos ese lenguaje que empieza a ser frecuente en algunos medios de «entrega de Navarra» y otros términos de sonido guerracivilista. En el resto de municipios y comunidades donde es preciso el acuerdo, se evitaría el espectáculo de exclusiones que a diario ofrecen todos los partidos con poco aprecio a los ciudadanos que votaron las opciones marginadas.

El gobierno de la lista más votada fue siempre la solución propugnada por el Partido Popular, que llevó al Congreso una ley en ese sentido. Pero el proyecto fue rechazado por el resto de fuerzas políticas, lo cual le sirve al PP para ser el partido que más defiende y propugna los pactos poselectorales. Y las defiende y propugna, además, por la sencilla razón de que ahora ya tiene con quien pactar: con los mismos que le quitan votos en las urnas, Ciudadanos, Vox o alguna candidatura municipal independiente. Antes, o ganaba por mayoría absoluta o quedaba irremisiblemente -a veces injustamente- condenado a la oposición.

Hago esta reflexión después de conocer los acuerdos de la Ejecutiva de Ciudadanos de la que se puede decir que fue la montaña que parió un ratón. Dijo más o menos lo que venían diciendo sus portavoces: que no negociarán gobiernos en los que puedan estar Vox, Podemos y nacionalistas; que no se sentarán a hablar con Vox, pero sí están dispuestos a aparecer en una foto para comunicarle acuerdos alcanzados con el PP, o que negociarán con los socialistas que discrepen de la política de Sánchez. Con leves matices, las posiciones conocidas. Y con una conclusión: si solo negociarán con discrepantes de Sánchez, malamente pueden negociar la formación del gobierno central, porque el más sanchista de los socialistas supongo que es el propio Sánchez.

 He aquí una forma de excluir a Podemos de los pactos de Rivera, pero, al mismo tiempo, de dejarle a Podemos terreno libre para que respalde o incluso entre en el gobierno de Sánchez. Y lo mismo se puede decir de Barcelona: salvo rebelión de Valls, los escrúpulos de la ejecutiva de Ciudadanos podrían impedir que haya un gobierno municipal de Colau y socialistas, pero darían ese gobierno a los independentistas de Esquerra. Por salvar la teórica pureza del partido, se favorece a los enemigos de tantas cosas. Un pan como unas tortas.