¿Estabilidad? ¿Qué estabilidad?

Gonzalo Bareño Canosa
Gonzalo Bareño A CONTRACORRIENTE

OPINIÓN

Chema Moya

11 jun 2019 . Actualizado a las 08:44 h.

Por alguna extraña razón, Pedro Sánchez se empeña en vender la idea de que su victoria en las generales acaba definitivamente con el largo ciclo de inestabilidad política que España padece desde hace años. Y de que por fin vamos a una legislatura larga y sin sobresaltos, con un Gobierno estable que será capaz de abordar los grandes retos del país sin mirar cada día de reojo el marcador de las votaciones del Congreso. Lo sorprendente es que muchos politólogos y analistas están comprando esa idea. El argumento de esa peregrina teoría es que, como no hay elecciones a la vista durante una larga temporada, se obrará el milagro de que las aguas se remansen, se olvide el navajeo y llegue el momento de grandes pactos y política de Estado.

De entrada, resulta risible que alguien que va a dirigir los destinos del país con solo 123 escaños, caso inédito en la democracia española, pretenda que su Gobierno sea estable, fuera cual fuera la fórmula escogida. Pero aún más desconcertante es que quien cuenta con tan magro botín político aspire a gobernar en solitario y se centre solo en ser investido, anunciando que ya se ocupará luego él de escoger en cada caso la mayoría que le convenga para aprobar lo que le plazca, dejando contentos a todos repartiendo migajas. Lejos de ese escenario tan idílico como ilusorio, en España seguimos y seguiremos metidos en la harina de la inestabilidad política.

Con Gobierno de coalición o sin él, tener como socio principal a Unidas Podemos, a punto de romperse en mil pedazos, es una garantía de actividad sísmica en el Parlamento. Pablo Iglesias ha perdido el control de ese grupo. Y pensar que por el hecho de que le hicieran ministro esos 42 diputados votarían obedientemente y en bloque lo que les ordenen él y Sánchez es una quimera. No digamos ya si al final el líder del PSOE se sale con la suya y gobierna en solitario. Si solo para hacerse la foto con el rey tuvieron que ir cinco diputados distintos de Unidas Podemos, imaginen qué disciplina de voto puede haber en esa sopa de letras que, además, no garantiza una mayoría que podría depender de ERC. Sumen a ello los motines que se producirían en UP si Sánchez aprobara reformas económicas apoyándose en Cs o el PP. Añádanle que incluso entre las filas de populares y naranjas se vislumbran graves diferencias internas sobre la conveniencia de facilitar la estabilidad de Sánchez. Y también, que la previsible condena de los líderes del procés, al margen de incendiar Cataluña, pondría en peligro el mantenimiento del apoyo del PNV, otro socio ineludible para Sánchez.

Vislumbrar estabilidad en un escenario de futuro tan convulso es una visión casi lisérgica de la realidad. Una cosa es cierta. Si Sánchez es investido, será imposible una moción de censura porque ningún otro candidato podría aunar una mayoría. Pero confundir eso con la estabilidad es un error. O gobierna el PSOE o gobierna el PSOE. Pero lo que le aguarda a Sánchez es más bien una corona de espinas que podría llevar a una nueva disolución de las Cortes. Algo que España puede pagar muy caro.