Los pactos y la máquina del poder

Fernando Salgado
Fernando Salgado LA QUILLA

OPINIÓN

11 jun 2019 . Actualizado a las 08:44 h.

La siderurgia electoral ha fabricado un sinfín de piezas y las ha repartido entre un heterogéneo equipo de mecánicos para que las ensamblen y construyan la máquina del poder que debe funcionar los próximos cuatro años. En el taller, aunque las urnas adjudicaron a Sánchez el papel de ingeniero jefe pero sin poderes plenos, reina el caos. A este cronista, incapaz de anticipar cómo acabará el desbarajuste, solo le cabe describirlo y sopesar algunas de sus causas.

Primera. La ardua tarea ha recaído en una panda de políticos tan mediocres como mal avenidos. Todos se pelean con todos: con el vecino ideológico o con el de las antípodas. De ahí los vetos cruzados y el juego de las incompatibilidades indirectas: contigo sí, pero con tu amigo no. Y las líneas rojas que un día se vuelven rosadas y al siguiente azules o moradas. O que devienen en esperpento, como la pretensión de Ciudadanos de pactar con Vox sin que se note y sin fotógrafo. ¡Cuánto debió escocer la fotografía de Colón!

Segunda. A nadie le importa un bledo el diseño del vehículo. Nadie habla de su proyecto de país, ni negocia un programa común, ni especifica qué diablos quiere construir. El taller se ha convertido en un mercado de segunda mano. Un zoco o un desguace. Tú me das el cárter que necesito para gobernar en Navarra, yo te doy la bujía que alumbrará la investidura. Te cambio las válvulas que precisas en Castilla o Murcia por la culata del concello de Madrid.

Tercera. El único objetivo del cambalache consiste en alcanzar la máxima cuota de poder institucional posible. Poder para la familia política de cada uno: véase el empeño de Rivera por conquistar por la puerta de atrás la alcaldía de Madrid. O simplemente poder personal: véase la obsesión de Iglesias -ande yo caliente y ríase la gente- por convertirse en ministro.

Y entretanto, ¿qué dice el único aspirante a conductor? Él nunca ha ocultado sus intenciones de gobernar en solitario. Sin colgaduras por su izquierda, un lastre que le impediría bascular hacia esa zona templada que Ciudadanos sigue empeñado en abandonar. Y sin dependencia de los separatistas catalanes, no por el qué gritarán Casado y Rivera, sino porque aquellos no son gente de fiar: un día te ofrecen sus votos y al siguiente te tumban un presupuesto o al candidato a presidir el Senado. El ingeniero Pedro Sánchez pretende fabricar un vehículo híbrido, que funcione a gasolina o a gasóleo indistintamente, para circular por las carreteras de la geometría variable.

Pero Sánchez encuentra un serio obstáculo para conseguirlo: todos, a derecha e izquierda, se han conjurado para impedirlo. Todos lo quieren maniatado, a merced de Unidas Podemos y del chantaje más o menos gravoso de independentistas, nacionalistas y regionalistas varios. Sánchez solo dispone de un arma para superar el asedio y amaga con utilizarla: la repetición de elecciones. Quizás le baste con esa amenaza, porque la bomba atómica tiene un enorme poder disuasorio. Otra cosa sería apretar el botón nuclear: las consecuencias serían imprevisibles.