Hacia un gobierno débil

Fernando Ónega
Fernando Ónega DESDE LA CORTE

OPINIÓN

Eduardo Parra - Europa Press

15 jun 2019 . Actualizado a las 08:38 h.

El horizonte político ha dado un giro inesperado. Se lo hizo dar la disposición de Esquerra Republicana de Cataluña a no bloquear la investidura de Pedro Sánchez. La perspectiva de perderla, incluso en segunda votación, llevó a los socialistas a reunirse con Gabriel Rufián, portavoz de ERC en el Congreso, para pedirle lo mismo que Sánchez había pedido al Partido Popular y a Ciudadanos: su abstención para no vernos abocados a una repetición de elecciones. El señor Rufián ya había anunciado previamente su disposición a apoyar a Sánchez, pero el hecho de que se lo hayan pedido expresamente y con conocimiento público estimuló la voluntad del catalán y aprovechó la magnífica circunstancia para ponerse en plan reivindicativo y dar un sí condicionado a una negociación formal, que en la intención independentista ya sabemos qué significa.

Ahora, el Partido Socialista se encuentra ante un dilema trágico: si acepta negociar, habrá perdido por mucho tiempo su credibilidad para hablar de autonomía y libertad plenas frente al secesionismo. Si no acepta por pundonor, corre el riesgo de provocar a los separatistas de Esquerra y quedarse sin apoyos suficientes. La única salida que tiene es que Esquerra acepte hablar secretamente para que el PSOE pueda decir que no negoció ni se comprometió a pagar ningún precio por su abstención. Arriesgada salida, pero la única posible para librarse del sambenito de que todo sigue igual que antes de las elecciones y se basa en el mismo bloque político que hizo triunfar la investidura.

En todo caso, la necesidad de acudir al auxilio de Esquerra muestra los síntomas de debilidad con que va a nacer el próximo gobierno. El «gobierno de cooperación» significa, en traducción de personas decisivas del palacio de la Moncloa, que habrá nombres distintos a los del PSOE, pero no un pacto de legislatura. Aunque lo hubiera, Unidas Podemos no aporta los escaños suficientes para sostener una mayoría estable y es previsible una gran rivalidad interna en las cuestiones sociales que Iglesias aspira a dirigir. Los demás partidos del nuevo bloque gobernante son tan minoritarios -y algunos ocasionales-que tampoco aseguran estabilidad tranquila.

Y en cuanto a Esquerra, fuentes del Partido Socialista expresan todos sus recelos: ¿cómo confiar en uno de los partidos que tumbaron los primeros y únicos Presupuestos de Sánchez? ¿Cómo confiar en el partido que tumbó en el Parlamento de Cataluña a Miquel Iceta y le impidió ser senador y presidente del Senado? Si los números son inciertos, los niveles de confianza son inexistentes. Todo esto se pudo evitar con una alianza PSOE-Ciudadanos, pero, como reza el dicho popular, «entre todos la mataron y ella sola se murió».