Pedro y Pablo, secretismo de alcoba

Fernando Ónega
Fernando Ónega DESDE LA CORTE

OPINIÓN

Juan Medina | Reuters

19 jun 2019 . Actualizado a las 07:56 h.

¿Recuerdan ustedes al primer Pablo Iglesias? Claro que lo recuerdan, porque prometía un país maravilloso. Habría una transparencia política como no la hubo en toda la historia. Habría tanta transparencia que las negociaciones con otros partidos serían retransmitidas en directo. Pasaron los años, nos hicimos todos un poco más mayores ¡y cómo han cambiado los tiempos! Podemos, que iba a ser el partido de las puertas y ventanas abiertas, presume ahora por boca de su portavoz de ser «un partido discreto», tan discreto que, el mismo día que hablaba esa portavoz, ocultaba que su líder Pablo Iglesias se reunía con Pedro Sánchez para algo tan trascendente como la formación del Gobierno. Tan discreto, que nos tuvimos que enterar de la existencia de esa reunión por una filtración que al Partido Socialista no le quedó más remedio que confirmar. Si hubo otras reuniones después del invento del «gobierno de cooperación», no lo sabemos. No es que no haya sido retransmitida en directo. Es que de haberla, fue incluida en el capítulo de los secretos oficiales.

Ya sé que la política, como el amor, necesita sus espacios de intimidad. No soy tan ingenuo como para creer que los señores Sánchez e Iglesias son tan transparentes que nos van a comunicar lo que hablan y cómo se reparten el poder. Pero, ya que una de las partes filtra que hubo un contacto, no puede dejar que la especulación y el rumor sustituyan a la información, sobre todo en estos tiempos en que no existe ninguna garantía de solvencia en Internet y en las redes sociales. Lo único que se consigue es desorientar a la sociedad o utilizar las filtraciones como mecanismo de influencia o presión sobre otras fuerzas políticas.

Y a eso nos estamos acostumbrando. Si el señor Ábalos dice que Sánchez irá a la investidura aunque no tenga seguros los apoyos, ¿qué interpreta la opinión publicada? Recuerden los periódicos de ayer: no reciben esas palabras como una declaración de intenciones, sino como una forma de asustar a los partidos, a quienes se pidió la abstención con el espantajo de la repetición de elecciones. ¿Podemos fiarnos hoy de lo que dice el PSOE, que las posiciones de Sánchez e Iglesias siguen «muy alejadas»? Pues miren ustedes: yo no me fío, salvo en lo que se refiere a la coalición de gobierno y al reparto de ministerios, que Pablo Iglesias defenderá mientras le quede un miligramo de aliento.

Me fiaré, y no del todo, el día que nos cuenten qué egoísmos les separan, qué principios les unen y por dónde va su programa. Como contribuyentes, no ya como ciudadanos, tenemos derecho a esos datos. Y si no se pueden dar por cautela, que no nos hubiesen engatusado con el mito de la transparencia, sabiendo que no es real.