Teoría y práctica del Gobierno sin ataduras

Roberto Blanco Valdés
Roberto l. blanco valdés LA TIRA DE EL OJO PÚBLICO

OPINIÓN

23 jun 2019 . Actualizado a las 08:38 h.

Agazapado de nuevo tras un silencio sepulcral, que es de temer responda al hecho de que no tiene nada que decir, Sánchez deja a sus subordinados la ardua tarea de justificar lo indefendible: la trastornada pretensión de gobernar en solitario con el magro apoyo de poco más de un tercio del Congreso. Nadie ha expresado mejor ese deseo que José Luis Ábalos, ministro en funciones de Fomento, cuando afirmaba, hace unos días, que «lo importante es que el Gobierno de España sea un Gobierno sin ataduras». 

El señor Ábalos, que sabe seguro quiénes son los Reyes Magos, no puede desconocer a estas alturas cómo funciona el parlamentarismo: para gobernar sin ataduras es necesario disponer de una mayoría que permita a quien tiene ese objetivo no depender de los demás para sacar adelante sus proyectos.

Dicho en plata: con 123 diputados de 350, gobernar sin ataduras constituye pura y simplemente una quimera. Por eso, lo que el PSOE tiene que decidir no es otra cosa que cuáles son, dentro de las posibles, las ataduras que prefiere, lo que en buena lógica debería depender del grado en que unas y otras se ajustan a su proyecto de Gobierno. Y ahí, me temo, es donde reside el gran problema.

El gran problema, sí, porque ese socialismo degradado que es el sanchismo, no quiere atarse a nadie, al tener la descabellada pretensión de gobernar con quien en cada momento le convenga para sacar adelante su proyecto: una mezcla de ocurrencias marcada por el más descarado oportunismo. En economía, proclamar lealtad a la ortodoxia de la UE, pero sin renunciar a la demagogia populista de los viernes sociales y todo lo que se le ponga por delante, según convenga al ciclo electoral; en política, mantener la confrontación izquierda/derecha que ha dado al PSOE notables (aunque insuficientes) beneficios, apoyándose para ello, siempre que sea necesario, en los separatistas, que, cuando le conviene, son también para Sánchez preclaros progresistas: ahí están los 60 pactos locales con el separatismo catalán o la componenda navarra con el PNV y Bildu en la esfera regional.

Esa es la razón por la que Sánchez pide apoyo a Ciudadanos, pero sin ofrecerle lo que sería normal si de verdad aspirase a formar con Rivera una auténtica mayoría parlamentario-gubernamental: gobernar en coalición, tal y como, con 123 escaños, se lo ofreció Rajoy a Sánchez. Y esa es la razón por la que Sánchez, necesitando a Podemos, se resiste como gato panza arriba a su entrada en el Gobierno. Y todo sabiendo que sin Ciudadanos y sin Podemos solo podrá ser investido insistiendo en el chantaje de la convocatoria de nuevas elecciones. Un chantaje que la decencia política exige denunciar, dejando claro que si Sánchez optase finalmente por tal locura él sería el único responsable por haberse empeñado en un objetivo delirante: que, sin mayoría para hacerlo, le dejen gobernar en solitario. Sencillamente porque sí.