La gran incógnita nacional

Fernando Ónega
Fernando Ónega DESDE LA CORTE

OPINIÓN

25 jun 2019 . Actualizado a las 07:47 h.

Si la alianza entre Pedro Sánchez y Pablo Iglesias sale bien, será por aquello que decía Tierno Galván: que «Dios nunca abandona al buen marxista». Tiene que ser por eso, porque el deterioro de su relación no puede ser mayor, al menos en lo que deja ver el señor Iglesias. Por lo que se desprende de sus palabras, el presidente en funciones no le dijo nada de su negativa a meter a Podemos en el Gobierno. O no le dijo nada, o Iglesias no se atrevió a replicarle cuando se vieron en La Moncloa. Si lo hubiesen hablado, el líder de Podemos no andaría por ahí diciendo lo que dice: que considera una ofensa no tener ministros, o que sería una barbaridad y una falta de respeto a sus votantes, o que dar a Podemos puestos intermedios en la Administración del Estado, no carteras ministeriales, sería «tomar por tontos a los españoles».

Gruesas palabras, pero discutibles. En ningún sitio está escrito que sea una ofensa no nombrar ministros de un determinado partido, habiendo como hay otras fórmulas como el pacto de legislatura, que en Portugal funciona a la perfección. Y tampoco está escrito en ningún tratado que los votantes consideren que se les falta al respeto por el hecho sublime de que el propio Iglesias no ocupe un ministerio. Parece que el único ofendido es él mismo, quizá por haberse hecho demasiadas ilusiones. El «pecado» de Sánchez quizá haya sido anunciar el gobierno de coalición con Podemos el último día de campaña electoral y no haber concretado o matizado en las reuniones que ambos líderes tuvieron después.

La falta de información o los defectos de comunicación están teniendo ahora efectos muy negativos sobre la situación política. Estos días se han publicado informaciones que aseguran que «nadie» en el PSOE quiere un pacto con Podemos; que es el propio Sánchez el que teme ver a un indomesticable Pablo Iglesias en su equipo, o que son los poderes económicos quienes se oponen a un acuerdo porque supondría ceder en la derogación de la reforma laboral de Rajoy. Estos son los daños colaterales de una relación averiada.

Pero hay una consecuencia mayor: si no hay respaldo de Unidas Podemos al Gobierno socialista, tampoco habrá investidura porque no hay forma de conseguir otra mayoría. Y eso significa lo que significa: que habría que repetir las elecciones. Otros seis meses de parálisis y de incertidumbre de futuro. Y todo, porque un señor llamado Sánchez no fue claro en sus conversaciones, porque la reflexión le llevó a otros criterios, o porque su interlocutor y posible socio se pasó de ilusiones. Y ahora todo ha degenerado en un pulso entre ambos y la gran incógnita nacional empieza a ser cuál de los dos resistirá más. Demasiado chusco, pero absolutamente real.