Rivera, no se engañe a sí mismo

Fernando Ónega
Fernando Ónega DESDE LA CORTE

OPINIÓN

Jesús Hellín - Europa Press

26 jun 2019 . Actualizado a las 12:10 h.

Inés Arrimadas lo dijo así: «Quizá haya que preguntarle a Toni por qué aprobó un criterio y ahora no quiere que se siga». Toni es Toni Roldán, portavoz económico de Ciudadanos en el Congreso, que el lunes dimitió de todos sus cargos y abandonó el partido. El criterio que Roldán había votado fue el de pactar de forma preferente con el Partido Popular, aprobado en la Ejecutiva por unanimidad. Así, a primera vista, tiene razón la señora Arrimadas: Toni Roldán parece un arrepentido de su decisión anterior y se deja arrastrar por esa imagen de que Ciudadanos se escoró a la derecha. Pero no es tan sencillo.

Albert Rivera tiene que abrir los ojos y darse cuenta de que una cosa es pactar con el PP y otra muy distinta participar de forma más o menos expresa en los pactos de ese partido con Vox. Puede esconder su mano y negar los hechos, pero el Gobierno andaluz del que forma parte no existiría sin Vox. Y tampoco existiría el gobierno del ayuntamiento de Madrid y todos los demás que están en manos conservadoras con participación o no de Ciudadanos. Esconderse detrás de la frase «no estaremos en ningún gobierno en el que esté Vox» es una disculpa difícil de aceptar cuando se depende de Vox para formar ese gobierno.

A eso hay que añadir el rechazo a la investidura de Sánchez, que parece responder más a un rencor personal que a una sólida razón política, pero tiene una consecuencia funesta: obliga a Sánchez a depender de nacionalistas; de los mismos nacionalistas excluyentes que Rivera combate con ardor. Un partido de centro debiera servir para facilitar la gobernación, sea cual sea el color político del presidente. Rivera pudo haber prestado el enorme servicio de completar una mayoría que aportaría estabilidad y moderación. Su cordón sanitario en torno al PSOE impidió que existiera esta posibilidad y permitió que la política se escore hacia una izquierda más radical. Esto no es que lo veamos algunos comentaristas y algunos de sus lectores. Es que penetró en el alma del partido. Es que provocó severas críticas de fundadores tan notables como Francesc de Carreras. Es que precipitó la ruptura con Manuel Valls. Y es que llevó también a la dimisión de Javier Nart, otro miembro de la ejecutiva.

Rivera y Arrimadas pueden creer que siguen su rumbo centrista. Pueden creer lo que quieran, que no harán más que engañarse a sí mismos. Y creo que se engañan a sí mismos cuando rechazan una propuesta de diálogo discreto con Pedro Sánchez; cuando no aceptan ni hablar sobre la investidura con los riesgos que eso tiene para el país, y cuando participan en un reparto del poder en el que Vox es decisivo. Y lo malo no es que se engañen a sí mismos. Es que han dejado de ver la realidad.