La (des)Unión Europea, para ingleses

César Casal González
César Casal CORAZONADAS

OPINIÓN

02 jul 2019 . Actualizado a las 07:29 h.

parece un rodaje hecho para los abonados ingleses en plena fuga. El espectáculo que ha dado la (des)Unión Europea en su último culebrón estimula el apetito de brexit. ¿Quién quiere seguir en un club en el que no se ponen de acuerdo ni para repartirse los cargos? ¿En un lugar en el que van de cumbre en cumbre hasta el fracaso final? Europa es un continente sin contenido y con mucho incontinente. Lo más reciente y similar que tenemos en Galicia a la falta de acuerdo de los dirigentes europeos es todo lo vivido con el nombramiento del senador Sande y el desmembramiento de En Marea, una vez más. Es como en el juego de las sillas. Lo importante es conservar la silla, no la música que suena. La música de la Champions es hermosa. El proyecto de Europa como una potencia mundial peleando con el coloso chino o con el portero de discoteca norteamericano era hermoso. Pero Macron y Merkel, Orbán y Sánchez, Italia y Holanda, los tres de Visegrado (de nuevo Orbán) recuerdan demasiado a los inquilinos de mítico 13, rúa del Percebe. Merkel está en la portería, ya a punto de retirarse y todo le da un poco igual. Macron es el inquilino científico, siempre con fórmulas magistrales que prometen mucho más de lo que dan. Francia tiene el champagne cuyo secreto es que da mucho más de lo que promete. Orbán es el habitante del subsuelo del inmueble europeo. Todo lo dinamita. Él es dinamita pura. Sánchez, por supuesto, el personaje que vive en el ático. Solo quiere sumar días en Moncloa, más allá del oropel monclovita, únicamente le preocupa no perder el subidón de las horas de vuelo en el Falcon presidencial.

  Conte, el italiano, es como el veterinario del piso de la rúa del Percebe. No quiere mascotas que vengan precocinadas. Demasiados gallos en un corral viejo y desconchado que lleva tiempo convirtiéndose en un museo de piedras rotas y en un geriátrico de proporciones gigantescas de humanos deshechos. En vez de pensar el futuro, destrozan el ajado presente, mientras Boris Johnson aplaude rabioso y radiante.