«Mamá me aburro»

OPINIÓN

14 jul 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

Por estas fechas estivales nos reencontramos con la cantinela habitual del aburrimiento de nuestros peques. Lo cierto es que el fenómeno resulta lógico, porque han sobrevivido a un frenético curso complementado por un sinfín de actividades extraescolares, -generalmente con más intención estratégica que educativa-. Finalizada dicha agitación los niños tienen ante sí tres larguísimos meses, muchos días, demasiados días dirían algunos, y encima no debemos olvidar cómo los niños interpretan el paso del tiempo, -aún tendrán que pasar años para que la edad agilice las manecillas del reloj-. Estas son las principales razones por las que a los más menuditos se les abre un inabarcable abismo temporal, difícil de gestionar.

Hace algunos años surgió un movimiento, llamémosle así, que ensalzaba el acto de aburrirse. Es verdad que la feliz idea se apoya en estudios de universidades de prestigio -extranjeras, por supuesto- y de best sellers como El arte de saber aburrirse de Sandi Mann o El aburrimiento: una historia viva, del profesor de la Universidad de Calgary Peter Toohey. Estas corrientes consideran al aburrimiento como algo positivo, un sentimiento al que no hay que renunciar porque… no es perjudicial, es más hay que fomentarlo y no son pocos los eruditos que en nuestro país se han sumado a la moda de aburrirse. Lejos de estas interpretaciones, con menos pompa y boato que mis colegas y discrepando de la masa como de costumbre, voy a exponer mi opinión al respecto.

Cierto es que nadie que pase las 24 horas del día ocupado tiene tiempo para otra cosa que no sea lo que está haciendo, y es por ello que tanto las buenas ideas como las no tan buenas nacen precisamente del ocio. Personajes como Newton, Descartes o Platón tuvieron iluminaciones porque disponían de tiempo. Es algo que no podemos negar, pero de ahí a la afirmación de que el aburrimiento es el catalizador o el germen del ingenio y la creatividad… habría mucho que discutir -Le garantizo que ningún genio conoció el concepto aburrimiento, al menos mientras trabajaban en sus propias obras-.

Por otro lado, los creadores del género de autoayuda se deleitan tergiversando el concepto de aburrimiento y para regocijo de los más holgazanes, han creado un suculento discurso en torno a la contravirtud de la pereza. De esta forma muchos autores nos invitan a aburrirnos para después convencernos de que esos momentos de hastío nos serán útiles para el crecimiento y autoconocimiento personal: «dedíquese unos momentos para sí mismo», «disponga de una oportunidad única para organizar su vida», «el aburrimiento es la posibilidad de soñar despierto». Pues bien, lo cierto es que la sensación de tedio no es más que la imposibilidad de encontrar estímulos o alicientes en nuestra vida, y eso siempre es malo. Luego no se deje engañar por aderezos poéticos o retórica ladina, si alguien se aburre es que tiene un problema, -abandone ese estado con urgencia-. 

Todos nos hemos aburrido en mayor o en menor medida, quizás sea la contrapartida por haber superado una vida casi ausente de peligros mortales, la bioquímica de nuestro sistema nervioso se dispara sólo ante estímulos amenazadores, por esa razón la mayoría de nosotros tenemos que desencadenar esa descarga fisiológica aumentando la trascendencia e importancia de los pequeños acontecimientos de cada día.

Cantidad de niños al igual que algunos adultos tienen dificultades para gestionar los «tiempos muertos»; momentos en los no se sabe en qué ocupar el tiempo porque no se tiene una idea clara de lo que se quiere hacer. Este estado psicológico debe ser efímero y tiene que dar paso inmediatamente a un cambio vital. No sólo se deben disfrutar los acontecimientos extraordinarios y estimulantes sino también los más humildes y cotidianos, si esperamos por un evento fascinante se nos colará en la espera el hastío. Cuando alguien se encuentra ensimismado o absorto con una tarea satisfactoria, el tiempo parece discurrir de otra forma, es lo que se conoce como flow término acuñado por el profesor de psiquiatra estadounidense Mihály Csíkszentmihályi. Muchos jóvenes de hoy en día se encuentran flow, fíjese cómo están cuando manejan un móvil, una tablet o una videoconsola, pero despojados de esas tecnologías se quedan aturdidos y desorientados, ya no hay nada que les estimule, que les motive y surge esa terrorífica expresión que martillea la cabeza de los papás: «mamá, ¡me aburro!». Con frecuencia los adultos asumimos su aburrimiento como si fuera nuestro problema y nos ponemos a buscar actividades fantásticas y estimulantes para sacar de la languidez a los aburridos vástagos. No nos damos cuenta que tienen que ser ellos mismos los que creen sus propias motivaciones, desde los recursos que tenga a mano; si sólo disponen de piedras y palos tendrán que adaptarse a ellos. Déjelos, seguro que con un poco de imaginación y fantasía ellos mismos se divertirán. No caiga en el error de muchos papás helicóptero de patrullar sin descanso reprimiendo la creatividad y el aprendizaje de los niños.