Presidente Tomás, Presidente Barbón

OPINIÓN

31 jul 2019 . Actualizado a las 08:47 h.

Se hacía eco este diario de cómo el Presidente Barbón había utilizado el escritorio del Presidente Tomás para firmar sus primeros decretos de gobierno. El gesto puede parecer banal: un presidente firmando en un objeto histórico y valioso que pone de relieve la historia del Pueblo al que sirve. ¿Acaso no hacen eso todos los presidentes de todos los países del mundo? ¿Por qué el nuestro iba a ser una excepción? Y sin embargo, detrás de ese gesto hay mucho más.

Belarmino Tomás ha representado una figura que ha sido muy incómoda para el «socialismo» «javierfernadista». Ese «socialismo» (lo siento, de veras, es obligatorio usar las comillas) que por la mañana te canta la internacional y por la tarde se abstiene para hacer presidente a Mariano Rajoy; así, sin despeinarse. El que tampoco se despeinaba cuando planteó en 2015 sin ambages la posibilidad de que el PP siga al frente de Uviéu. En definitiva, ese «socialismo» que durante décadas nos ha impedido acercarnos al PSOE a hijos, nietos y bisnietos de socialistas.

Belarmino Tomás es el presidente que luchó cuando otros se rindieron. También fue el presidente que supo ver en 1937, allá cuando la República nos olvidó y nos dejó de lado, que para la «razón de Estado» Asturies y los asturianos podíamos ser, llegado el momento, una pieza a sacrificar en el tablero por un «bien común» que no era el nuestro. Un presidente que supo que para poder querer a los demás y poder salvarlos, primero debemos querernos a nosotros mismos y salvarnos nosotros. Uno que siguió luchando cuando su país había caído, que nunca se rindió.

Adrián Barbón, al firmar en ese despacho, le rindió homenaje a todo aquello. A los represaliados, a los exiliados, a los revolucionarios que un buen día, como hizo mi bisabuela y la de tantos otros en la cuenca lo dejó todo para ir a luchar por un ideal. Los métodos habrán cambiado y también los tiempos, pero lo que el Presidente Barbón nos dice cuando firma en el despacho del Presidente Tomás, es que el ideal permanece, vive y está de vuelta después de años de secuestro.

El Presidente Barbón se sabe el heredero político de Belarmino Tomás (y, afortunadamente, no de Javier Fernández). Se sabe heredero político de la persona que puso a Asturies en el mapa, devolvió a los asturianos  -al menos a los progresistas- su orgullo, su historia y sus derechos (que nos quitan los mismos de siempre, los de los mítines en Covadonga). No en vano, al hablar de la Historia de este pequeño país entre las montañas y el mar, el Presidente dijo: «La conozco y me reconozco en ella, me apasiona aprender de sus aciertos y de sus errores. Una historia que está indisolublemente unida a nuestra cultura, que defiendo con orgullo. Nuestras tradiciones, nuestra forma de ser, también nuestra lengua».

Al fin, desde 1937, tenemos un presidente en Asturies que está orgulloso de ser asturiano, no acomplejado de ello. Un presidente que entiende que la identidad asturiana y el autoestima colectivo forman parte indispensable del desarrollo no sólo de una lengua minorizada como la nuestra (una lengua de trabajadores y campesinos, si se me permite), sino, también, de una economía decadente y ruinosa como la que tenemos.

Adrián Barbón no irá al campo de batalla ni dirigirá ninguna escuadrilla -a Dios gracias- pero ya ha señalado que va a pelear por un arancel para la industria en Europa y por todo lo demás en Madrid (donde, por desgracia para todos los asturianos, es donde se sigue decidiendo nuestra política económica, viaria, aeroportuaria y ferroviaria… ¡ahí es nada!). El Presidente dice que va a hacer lo posible por devolvernos el orgullo como pueblo, acabar con el auto-odio hacia nuestra lengua y defender una sociedad bilingüe y de derechos para todos creando un país, con un departamento para la despoblación y una consejería de innovación, en el que se pueda vivir de algo más que de camarero.

Los retos que tiene no son pocos: Conseguir más competencias, modificar la política económica, hacer que Asturies deje de tener «solo» financiación de sus servicios públicos y tenga inversiones que provoquen un verdadero cambio de tendencia, conseguir la oficialidad, reformar el estatuto para hacerlo verdaderamente democrático y reconocer la ciudadanía asturiana de los que ya no viven en Asturies... No sé si conseguirá sus objetivos o no. El Presidente Tomás no los consiguió, pero luchó hasta el final y más allá y nos enseñó el camino y el ideal: No rendirse y luchar por Asturies por sobre todas las cosas. Si Barbón sigue ese camino, todos habremos ganado. De él depende no bajar los brazos, de nosotros no bajar los nuestros.