Trump va ahora a por Europa

Miguel-Anxo Murado
Miguel-Anxo Murado EL MUNDO ENTRE LÍNEAS

OPINIÓN

Donald Trump se dirige a sus fieles en un mitin en Cincinnati (Ohio)
Donald Trump se dirige a sus fieles en un mitin en Cincinnati (Ohio) BRYAN WOOLSTON

03 ago 2019 . Actualizado a las 08:50 h.

Cuando, hace un año, Donald Trump inició su guerra comercial con China, sus medidas fueron acogidas con las críticas y el escándalo con los que se recibe cualquier decisión del presidente norteamericano, pero la preocupación era relativa. En Europa incluso se suponía que la UE podía acabar beneficiándose del conflicto, ocupando el lugar de algunas de las exportaciones chinas. Se esperaba algún daño al comercio global, pero se pensaba que sería pequeño y pasajero. Era en China donde existía auténtica preocupación por las consecuencias para su economía.

Un año después, las cosas han resultado ser muy diferentes. Los aranceles no han dañado a la economía china tanto como se esperaba, ni tampoco ha habido grandes problemas en los canales de distribución. Es la industria de los países avanzados, especialmente en Europa, y particularmente Alemania, la que se ha visto más afectada. Esto explica las amenazas de Trump de imponer más aranceles a China: es un intento desesperado de presionar a Pekín de cara a una futura negociación en la que, ahora, los chinos se sienten más seguros.

Trump, por tanto, está perdiendo su guerra comercial con China; lo cual, al margen de las antipatías que despierte el presidente norteamericano, no es una buena noticia. Porque es cierto que China se salta las normas internacionales del comercio y se apropia de patentes. La guerra comercial puede no ser la solución, pero perderla solo agrava las cosas y deja al descubierto dos cuestiones preocupantes: que China ha adquirido más poder en el comercio mundial de lo que ya se sospechaba y que la economía europea es más débil y dependiente de lo que se creía. A lo que hay que añadir que Estados Unidos quiere reducir su déficit a toda costa y si no lo logra estrujando a China lo hará estrujando a la UE.

Ya está ocurriendo: Washington quiere que su futuro acuerdo comercial con Bruselas incluya la agricultura. Francia se niega y Alemania quiere que Francia sea más flexible, porque la amenaza es que Trump imponga tarifas a la industria automovilística. La hora de la verdad coincidirá con el relevo en la cúpula de la UE y, probablemente, con el brexit. Así que va a ser una crisis dominada por el calendario. Europa confía en que sea, precisamente, el calendario el que salve la situación. Se cuenta con que Trump no se arriesgará a un enfrentamiento con Europa a las puertas de un año electoral.

Pero podría ser al revés. Sin éxitos en su política de inmigración, Trump ya solo tiene a mano la guerra comercial para presentar resultados en la campaña presidencial del año que viene. Su neoproteccionismo era, de hecho, lo único verdaderamente novedoso en su agenda, a contracorriente incluso de su propio partido, y, aunque las cosas no le están yendo bien, si Trump logra cerrar un acuerdo con China, otro con la UE sería más fácil. Todo esto se decidirá en los próximos cinco meses, y la apuesta es tan alta que no resulta exagerado decir que el éxito o el fracaso de Trump podrían cambiar el funcionamiento de la economía mundial para mucho tiempo.