Fascismo y leninismo

Carlos G. Reigosa
Carlos G. Reigosa QUERIDO MUNDO

OPINIÓN

02 sep 2019 . Actualizado a las 07:50 h.

Se está poniendo de moda mirar hacia atrás para explicar lo que puede estar por venir, como si la Historia fuese una especie de escuela en la que todos, antes o después, acabásemos repitiendo curso. ¿Qué curso? Depende. Si la visión es de izquierdas, el neoliberalismo comparece como el primer causante de estragos, desigualdades y empobrecimientos, que abonan el terreno para la llegada del fascismo. Por eso, desde la izquierda radical se entiende que la resistencia antifascista debe empezar por ajustarle las cuentas al neoliberalismo. Y para ello preparan propuestas alternativas «para que no se repita la barbarie», apoyándose en interpretaciones de los fascismos del siglo XX.

¿Tienen que ver las actuales ultraderechas con estos fascismos? ¿Tienen relación las ultraizquierdas con el leninismo y el estalinismo soviéticos o adláteres? Son preguntas que no se formulan con nitidez, pero que se responden con distintas rotundidades, según el lado desde el que se haga la reflexión. Cabría decir que estamos ante dos temores: el fascismo que pudiera estar anidando en la ultraderecha actual y el leninismo que pudiera estar engordando en la ultraizquierda. Sin embargo esta simplificación, que nos ofrecen algunos intelectuales de signos extremos, no responde a la realidad. Porque los años no han pasado en vano y los desastres tampoco.

¿Es posible retroceder a momentos desgraciados del pasado? La Historia demuestra que sí, porque ya ha ocurrido antes. Pero la misma Historia también demuestra que a veces sucede lo contrario y que los seres humanos y los pueblos aprenden y mejoran, es decir, evolucionan. Sobre todo cuando el cambio producido ha sido interiorizado como una valiosa conquista o como un logro irrenunciable.

Sostenía Gregorio Marañón que las multitudes han sido, en todas las épocas, arrastradas por gestos más que por ideas, y esto se debió, según él, a que «la muchedumbre no razona jamás». Pero también en esto cabe detectar una evolución positiva. Ahora somos mayoría los que desconfiamos de las multitudes ciegamente ideologizadas que, antaño, nos han paseado por el error y a veces también por el horror.