Es la economía, estúpido

Fernando Salgado
Fernando Salgado LA QUILLA

OPINIÓN

Eduardo Parra - Europa Press

05 sep 2019 . Actualizado a las 09:15 h.

Todavía me resisto a creer que Pedro Sánchez esté mareando la perdiz de Podemos con el único propósito de repetir las elecciones. Quiero pensar que sus 370 medidas, presentadas a bombo y platillo, conforman un programa de Gobierno y no un programa electoral. Música para halagar los oídos de Pablo Iglesias y no arte de pesca para incrementar las capturas en el caladero del 10 de noviembre. Quiero suponer que, en el fondo, la amenaza de las urnas solo responde a una pose, la gesticulación del jugador de póquer para sugerir que guarda el as electoral en la manga, sembrar la duda en su socio preferente, vencer su resistencia y lograr su aquiescencia a un Gobierno monocolor. Quizá solo se trate de una estrategia negociadora, arriesgada sin duda -las negociaciones a cara de perro y contrarreloj las carga el diablo-, pero que busca evitar elecciones y alcanzar un acuerdo de signo favorable en el último segundo de la prórroga.

Ojalá sea así y antes del día 23, fecha límite, estrenemos Gobierno. Porque España no puede permitirse por más tiempo, mientras soplan vientos de recesión en Europa, navegar a la deriva y con vacío en la cabina de mando. Con las reformas congeladas, la gestión paralizada y los presupuestos obsoletos. Afrontar el cambio de ciclo económico en esas condiciones, con la nave varada y sin nadie al timón, solo puede conducir a la catástrofe. ¿Hay alguien ahí?

Si España no puede permitirse prolongar el bloqueo y la parálisis institucional, caer en la tentación de volver a las urnas el 10 de noviembre sería igualmente nefasto para Pedro Sánchez y su partido. Metería al PSOE en la tormenta perfecta. Y no por falta de avisos: la destrucción de 213.000 empleos el mes pasado, el peor agosto desde el inicio de la Gran Recesión, debería encender las luces de alarma.

Entramos en aguas turbulentas. Dentro de un par de meses, probablemente el candidato socialista no tendrá que competir con Pablo Casado, Albert Rivera o Pablo Iglesias. Deberá convencernos de que nuestras penurias tienen origen y nombre extranjero: el de Boris Johnson y su propuesta de ruptura salvaje con la UE, el de Donald Trump y su guerra comercial con China. Deberá explicarnos que el paro crece por culpa de los británicos que ya no vienen a tomar cañas a nuestro país, porque la libra esterlina está por los suelos, ni compran automóviles fabricados en Vigo, porque se han propuesto proteger su industria. O que las exportaciones menguan por Trump y la contracción del comercio internacional.

Y entonces a Pedro Sánchez se le pondrá cara de George Bush padre, quien allá por 1992 era considerado imbatible por las encuestas y los politólogos. Gozaba del 90 % de aceptación, récord jamás alcanzado por ningún presidente de Estados Unidos. Y entonces vino James Carville, estratega de la campaña de Clinton, la antípoda del gurú áulico de Sánchez llamado Iván Redondo, y le torció la sonrisa con una frase que hizo historia: «Es la economía, estúpido». Bush aprendió la lección en carne propia. ¿Querrán Sánchez y Redondo seguir sus pasos?