España suma, resta, multiplica y divide

OPINIÓN

EDUARDO PARRA

09 sep 2019 . Actualizado a las 09:33 h.

Para creer que España Suma es un principio apodíctico, y encomendar a su hechizo la suerte de un momento político tan incierto y cambiante como este, hay que vivir en Madrid, ser conservador, tener pocos años y menos experiencia, y, sobre todo, no haber leído -o haber olvidado- la historia del propio partido, al que aquella ocurrencia fraguista de la «mayoría natural» le hizo perder varios y preciosos años, y dirimir en su seno gravísimos conflictos. Y si usted cree que con esta sentencia me estoy refiriendo a Pablo Casado, debe saber que ha acertado, y que buena suerte tendrá el PP si Ciudadanos y Vox -sus presumibles socios- le dan calabazas y le impiden perder su identidad en medio de juegos que, más que electorales, parecen florales.

España es un conjunto complejo, cuya realidad actual acumula en su formación evolutiva los reinos de taifas y el grandísimo imperio en el que «nunca se ponía el sol». Un país que exhibe épocas de enorme esplendor y otras de espantosos fracasos; que luce con el mismo donaire sus impresionantes virtudes y sus lamentables miserias; que fue el punto de apoyo del catolicismo, pero conserva en su patrimonio los maravillosos vestigios de ocho siglos de culturas musulmana y judaica; que ha logrado formar un mosaico de pueblos que se aman y necesitan con la misma fuerza que ponen después en lucir sus diferencias y en competir -no siempre lealmente- por convertirse en locomotoras de este precioso convoy que circula -hoy, por suerte, a gran velocidad- por los rieles de la historia.

Por eso hay que saber que lo que antes unió, ahora puede dividir. Que lo que aquí suma, allí resta. Que mientras unos quieren crecer multiplicando, otros encomiendan su futuro a la división. Que mientras algunos nos consideran un país lento de reflejos y aferrado a sus tradiciones, otros están preocupados por si los gallos violan a las gallinas, o por si todos nuestros grandes escritores y artistas no fueron más que un ignorante trampantojo al que sus mujeres, metidas en la cocina, le escribían los libros, le pintaban los cuadros, se dedicaban a sí mismas rendidas poesías o componían con desenfado coplas y sinfonías.

Y por eso hay que tener mucho cuidado. Porque cuando nos empeñamos en acumular factores contra viento y marea, es muy difícil predecir si van a sumar, restar, multiplicar o dividir.

La ciencia política -la de antes- siempre advertía de los riesgos que tienen los intentos de conducir a los electores hacia sus respectivos espacios, por medio de vallas y trampillas, como hacían los cowboys en los corrales de Abilene. Y por eso hace muy bien Feijoo si, tan convencido está como Casado de que los votos perdidos por el PP tienen que volver al redil, rechaza las vallas del España Suma, y trata de recuperar el discurso de la España compleja que los ciudadanos -si se les explican bien las cosas, y se actúa con rigor- siempre entienden. Porque todos los que hemos cometido muchos errores sabemos que nada tienen que ver las estrategias y los atajos.