El presidente de Asturias reconoce que fue a Covadonga como jefe del Ejecutivo

Luis Fernández
Luis Fernández REDACCIÓN

OPINIÓN

El presidente del Principado, Adrián Barbón (3i); el presidente del parlamento regional, Marcelino Marcos (2i) y la delegada del Gobierno, Delia Losa (i), junto al arzobispo de Oviedo, Jesús Sanz Montes (d), durante el oficio este domingo en la basílica de Covadonga.
El presidente del Principado, Adrián Barbón (3i); el presidente del parlamento regional, Marcelino Marcos (2i) y la delegada del Gobierno, Delia Losa (i), junto al arzobispo de Oviedo, Jesús Sanz Montes (d), durante el oficio este domingo en la basílica de Covadonga. Alberto Morante

13 sep 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

Recoge La Voz de Asturias unas declaraciones de Adrián Barbón donde reconoce que fue a misa a Covadonga como jefe del Ejecutivo. Y añade que no fue por decisión personal sino porque recibió una invitación como cargo institucional. Y para hacerlo se sintió apoyado en que ya otros lo hicieron antes.

Es decir que el presidente de Asturias se fundamenta en una invitación y en la inercia no razonada para justificar su vulneración de la aconfesionalidad que el Tribunal Constitucional explicó nítidamente: «El Estado se prohíbe a sí mismo cualquier concurrencia, junto a los ciudadanos, en calidad de sujeto de actos o de actitudes de signo religioso».

Pero el presidente de Asturias tiene un argumento muy original para resolver la situación: la misa oficiada por el jefe en Asturias de la iglesia católica, en la basílica de Covadonga, para él ¡no fue un acto religioso!

El presidente de Asturias, para justificar su injustificable actuación, decide insultar a todos aquellos que, creyentes, fueron a escuchar a su obispo y a compartir con él el milagro de cambiar la sustancia de una oblea y una cierta cantidad de vino en la sustancia del cuerpo y la sangre de su señor Jesucristo quien, para redimirlos de su pecado original, se hizo hombre, murió y resucitó.

Reforzando el argumento, el presidente de Asturias afirma que fue a misa como respeto a la Virgen de Covadonga, y señala, quizás para desligarse de las inoportunas (para él) declaraciones del oficiante, que su presencia no es un acto de respeto al obispo presente ¡ni a la iglesia!

La solución metafísica a este aparente dislate aparece con una fórmula mágica. Según el presidente de Asturias la Virgen de Covadonga «trasciende» el ser un elemento de vocación religiosa (tendrá forma de explicar eso de «la vocación religiosa» de la virgen) para convertirse en un elemento de «vocación de asturianía».

Resulta difícil de interpretar qué es esa vocación y, sobre todo, quién la tiene. Sería necesario aclarar si el presidente cree que la tiene la madre del dios de los católicos, cuya resurrección acaba de celebrar o, dado que declara no haber asistido a un acto religioso, es sólo la figura de madera que la presidía, la poseedora.

En cualquiera de los casos el presidente de Asturias se coloca en un plano de igualdad con aquel ministro que le reconocía méritos policiales a otra representación de la misma virgen y disponía de un arcángel que le ayudaba a aparcar.

Llegado este punto es necesario preguntarse. ¿Qué fiabilidad podemos dar a la afirmación de que «la posición del Gobierno de Asturias es aconfesional»? ¿Qué entenderá por aconfesionalidad un presidente que ve con normalidad ir como cargo institucional a presentarle sus respetos a la virgen de Covadonga?