De la Corona catalano-aragonesa a la Diada

OPINIÓN

15 sep 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

Para cuando me licencié en Historia la biblioteca familiar contenía ya un número visible de libros académicos de la Edad Media, y carpetas de apuntes. ¿Por qué empiezo así este artículo? Porque la semana pasada los editores de libros de texto de los colegios denunciaron las estrambóticas peticiones de contenidos que las Comunidades Autónomas les hicieron. Pero hay una, Cataluña, que no se quedó en lo estrambótico, sino que impuso una doble exigencia, maldiciente, bocanegra: que se hable de la Corona catalano-aragonesa (nunca de la Corona de Aragón) y que no se hable de los Reyes Católicos (o sea, borrarlos de la Historia).

A) Que se hable de la Corona catalano-aragonesa. Acudo a la Historia de España dirigida por Manuel Tuñón de Lara, un comunista represaliado por Franco, más proclive sin duda que el facha Menéndez Pelayo a resaltar la preeminencia de Cataluña. Son 13 volúmenes. Cojo el IV, Feudalismo y consolidación de los pueblos hispánicos, escrito por Julio Valdeón, José María Salrach y Javier Zabalo, los tres de tendencia, digamos, progresista. Miro el índice de este tomo de 475 páginas, publicado en Barcelona por la editorial Labor en 1983. Consta de tres partes. La segunda es la que interesa: La Corona de Aragón, a cargo del catedrático catalán José María Salrach, que tiene una amplia obra, escrita mayormente en la lengua de su tierra, y que habremos de suponer que fue un factor que tuvo presente Tuñón de Lara para encargarle precisamente este contenido.

En el capítulo II está lo que busco bajo el rótulo Formación y expansión de la Corona de Aragón (1.131-1336). Póngase atención en que Salrach, progresista y catalán, no titula el capítulo Formación y expansión de la Corona catalano-aragonesa, pero la menciona, varias veces; sin embargo, en su texto, son muchas más las que utiliza el sintagma Corona de Aragón, como cuando apunta, y esto es muy relevante, que Ramiro II de Aragón, el rey Monje, que «tenía que hacer frente a una conjura nobiliaria que intentaba destronarle (septiembre-octubre de 1135)… buscó apoyo en la persona del conde de Barcelona, Ramón Berenguer IV». Dos años después, en Barbastro, «el rey de Aragón entregó su hija Petronila, de un año de edad, al conde de Barcelona, que tenía más de veinte, en promesa de esponsales», y ello supuso «la unión de Aragón y Cataluña, de la que resultó la Corona de Aragón…», subrayando asimismo el autor que la Corona sigue perteneciendo al rey Monje, que se retira al monasterio oscense de San Pedro el Viejo, y el conde es nombrado príncipe, no rey, y ha de rendir vasallaje al de Castilla, Alfonso VII, que es lo primero que hace.

Así pues, negar la existencia de la Corona de Aragón informa de la malevolencia de la Generalidad, pero aún no informa de hasta dónde puede llegar, que dejaré para el segundo apartado, el B, porque creo necesario consultar antes a uno de los medievalistas más reputados, Julio Valdeón. La editorial España editó en 2003 una Historia de España firmada por Valdeón para la Edad Media, Joseph Pérez para la Edad Moderna y Santos Juliá para la Contemporánea. Juliá y Pérez, en sus respectivas áreas de investigación, no son menos aclamados que el fallecido Valdeón.

Julio Valdeón, que como vimos había participado en la magna obra de Tuñón de Lara, aunque en la parte referente a León y Castilla, afronta en el volumen de Historia de España la cuestión de la Corona de Aragón, y escribe: «El nuevo monarca aragonés Ramiro II (1134-1137) contrajo matrimonio con carácter urgente, teniendo del mismo una niña, Petronila. Era necesario buscar un futuro marido para la heredera de Aragón. Se pensó en un infante castellano, pero esa idea terminó siendo abandonada».

«Finalmente Petronila casó con el conde de Barcelona, Ramón Berenguer IV (1137-1162). Aquel enlace, que nunca más sería roto, fue el punto de partida de la denominada Corona de Aragón».

De una importancia incluso mayor, porque fulmina la letanía de los independentistas con el cantar de los Países Catalanes, es que Salrach y Valdeón ven en los perjuicios económicos que ocasionaban los piratas islamistas desde las Baleares a la Corona de Aragón la decisión de emprender la conquista de las islas, y no el mito de una procedencia étnica común.

Esta empresa la llevó a cabo Jaime I el Conquistador (1213-1276), al igual que la ocupación del Reino de Valencia, que también pretendía Castilla. Para Valdeón, «la clave de la tarea se hallaba en la ciudad de Valencia y su huerta. Por de pronto de aquella zona salieron más de dos terceras partes de los musulmanes allí establecidos. Ese vacío fue ocupado por numerosos repobladores, originarios ante todo de Cataluña, aunque también acudieron del reino de Aragón». Es decir, de nuevo aparece el componente económico, no el étnico. Es decir, Cataluña invadió tierras ajenas. Es decir, Cataluña fue imperialista, tanto como pudo, que fue menos que Castilla, a la que ahora tacha, precisamente, de imperialista. Todavía más: Cataluña, en la Alta Edad Media era un conjunto de condados, el de Barcelona, el principal, el más guerrero, el que más se expandió y oprimió al resto. Y un poco más todavía: Cataluña no era una suerte de nación de destino universal, porque, además de la independencia inicial de los condados, hubo una Cataluña Vieja y, luego, una segunda, la Nueva.

B) Que no se hable de los Reyes Católicos. Esta segunda prohibición que la Generalidad impuso en los libros de texto es la continuación lógica del apartado A. Si bien Fernando II de Aragón no unió su corona a la de su esposa Isabel I de Castilla, este matrimonio puso el tiempo a cero y, 47 años después, su nieto Carlos I recibió el título de rey de España.

A la par, en la época de Isabel y Fernando (este está la mayor parte del tiempo fuera de Aragón), Castilla vivió un progreso socioeconómico de gran calado y, por el contrario, Aragón, con Valencia y Cataluña, un regreso más que notorio. La lana castellana, muy apreciada, era distribuida por toda Europa, y el eje Miranda de Ebro- Burgos-Bilbao dio un dinamismo inusual al comercio y a la industria.

Estas dos circunstancias, el tiempo a cero y el empuje socioeconómico (la Corona de Castilla llegó casi a cuadriplicar la población de la Corona de Aragón), son buenos argumentos para borrar de la Historia a los Reyes Católicos. Pero ¿y Colón? El descubrimiento de América tiene unas consecuencias intercontinentales de difícil escamoteo para los alumnos. Por consiguiente, a Colón se le hace catalán y embajador de la Generalidad en las Américas. Que la Generalidad no existía en 1492, no es obstáculo, se la crea en el año que convenga y con los fondos del Estado, porque hay montada ahora una exposición en Barcelona con toda esta truculenta manipulación que ha sido subvencionada con 1,2 millones de euros por el (provisional sine die) Gobierno de Pedro Sánchez.

Esta Nueva Historia tejida en Cataluña es sacada en procesión cada 11 de septiembre, como la de esta semana, para que los plebeyos y siervos tengan su día y puedan renovar su fe en la católica y nacional Diada de la Corona catalano-aragonesa, que, no obstante, tampoco sería una adulteración completa, porque la Corona de Aragón estaba compuesta por tres estados: Aragón, Cataluña y Valencia, por lo que la adulteración más afilada sería hablar de la Corona catalano-valenciana-aragonesa. Pero qué tumor ha de preocuparse por sus imperfecciones con tal de ramificarse por el cuerpo.