¿Dejar el futuro en sus manos?

OPINIÓN

17 sep 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

Soplar y sorber, a la vez, no puede ser. Como no es posible albergar la expectativa de un mundo justo y sostenible para las próximas generaciones cuando cada vez más discapacitados morales como Trump, Bolsonaro, Le Pen, Salvini, Netanyahu, Orban o, incluyámoslo ya, Johnson, ejecutan el poder político. Y como tampoco se puede esperar, por estos lares, un gobierno competente de quienes no asistieron a las clases de aritmética parlamentaria y política comparada.

Decía Immanuel Wallerstein poco antes de dejar este mundo, y su «sistema-mundo», que aquel se encuentra en el filo de la navaja. Aunque no sé si para seccionarse, aislando el centro del imperio de la periferia, o para caer de uno de los lados si, como decía el historiador, sociólogo y economista norteamericano, hay un cincuenta-cincuenta de probabilidad de ahondar en la contradicción del imperio capitalista entre los intereses a corto plazo (lucro indiscriminado) y las consecuencias a largo (colapso civilizatorio), por un lado, y de poner en marcha, al fin, un cambio transformador que la supere, por otro.

En mi opinión, recurrente, lo sé, estamos en una encrucijada global de la que podemos salir involucionando por el camino de la ignorancia, la incomprensión, la exclusión y el conflicto o, por el contrario, evolucionando por el camino de la inclusión y la cooperación, confiando en la naturaleza interdependiente y gregaria de nuestra especie.

Hablando de especies animales y de futuro, propongo un paralelismo evolucionista que conjuga ambas ideas ya que nuestro futuro depende del grado de complejidad cognitiva de quienes toman las decisiones que nos afectan. Así, viene a cuenta señalar que la investigación en cognición animal ha contribuido a superar ciertos prejuicios sobre una supuesta incapacidad de los animales para sentir o «pensar» que justifica, por ejemplo, la categorización de ciertas prácticas de tortura animal como arte y espectáculo. Prejuicios, por cierto, propios de afines a los exhibicionistas del simplismo y el exabrupto de los que los especímenes mencionados más arriba son populares referentes.

Humanes y otras muchas especies del reino animal compartimos capacidades cognitivas relacionadas con la memoria, el razonamiento social, el razonamiento físico, la empatía y la comunicación. Ahora bien, los humanes hemos desarrollado nuevas funciones a partir de la interacción de esas capacidades por la mediación de dos rasgos transformadores: la imaginación de situaciones complejas y la necesidad de relacionarnos e intercambiar información para colaborar. Funciones como el lenguaje, el desplazamiento mental temporal y la visión prospectiva (imaginar situaciones complejas en el futuro), la teoría de la mente (imaginar lo que piensan los demás), la abstracción y la moralidad, entre otras, que, combinadas, confieren a los humanes su singularidad específica.

Pero como en muchas aptitudes humanas, hay grados de desarrollo en estas funciones que, incluso, pueden corresponder con estilos cognitivos de los que hablé aquí hace más de un año así como con el grado de desarrollo moral. Dos ejemplos: la negación de la emergencia climática apunta a una dificultad de abstracción que permita comprender una situación extraordinariamente compleja que de no resolverse de forma sostenible a corto plazo tendrá gravísimas consecuencias en el futuro; el desprecio y rechazo de quienes migran huyendo desesperadamente de situaciones de miseria y violencia, señala, por su parte, a una empatía muy limitada, así como a la incapacidad de prever la posibilidad de ser uno de esos migrantes en el futuro debido, entre otras, a las consecuencias del cambio climático.

Para avanzar en la espiral autodestructiva, la situación de incertidumbre, de miedo, que provocan la extensión de la precariedad resultante de la concentración de riqueza por parte de una élite moralmente insolvente, lleva a no poca gente a encomendar sus gobiernos a quienes prometen combatir esta degradación a base de exclusión, es decir, del abandono de los más débiles. Débiles y excluidos de los que paulatinamente pasamos a formar parte. Porque, eso sí, los paraísos fiscales no se tocan.

Hay quienes están poniendo su futuro en manos de personajes cuya capacidad parece estar más cerca de la cognición animal no humana que de la media humana y que, por tanto, no son los más indicados para resolver los cruciales problemas a los que nos enfrentamos y que se agravan por días.

¿Y la próxima semana? La próxima semana hablaremos del gobierno.