Asesinatos en Valga y España parada

Ángela Rodríguez Pam EN LÍNEA

OPINIÓN

18 sep 2019 . Actualizado a las 11:19 h.

Un hombre asesina a su exmujer, su exsuegra y su excuñada delante de sus hijos de 4 y 7 años en Valga, huye y luego se entrega. Estaban en proceso de separación. No era la primera vez que la agredía. Nunca denunció. Nuestro sistema falla. Escribirlo me sigue revolviendo absolutamente todo. Pero esta no es la cuestión.

La cuestión son las tres mujeres asesinadas. Van 53 este año y 157 desde que aprobamos el Pacto de Estado contra la Violencia de Género. Veintiocho huérfanos. Más de 1.000 desde que contamos. Muchas más si las contásemos todas. No podemos olvidar que solo la que había sido exmujer del asesino contabilizará en las estadísticas, pues la violencia de género sigue siendo algo entre parejas en España. Y no podemos olvidar tampoco que aquello que no se nombra, no existe. Y no están las cifras como para no nombrar y no recordar. Este 2019 ya es peor para las mujeres que los años anteriores.

Pero esta tampoco es la cuestión. Estos días nos conjuraremos todas en minutos de silencio, lazos violetas y rabias en nuestros rituales ya institucionales (e institucionalizados) de memoria a las víctimas. Pero la pregunta sigue: ¿qué está pasando con el machismo? ¿Hemos conseguido cambiar las cosas en estos años que recordaremos como los de las radiantes huelgas feministas? La semana pasada conocíamos un informe de la Fiscalía General del Estado en el que se nos advertía con preocupantes datos. La violencia de género ya no solo es ese problema entre parejas, sino que crece preocupantemente entre adolescentes, crece entre aquellos que no se conocen también; crecen las agresiones sexuales en grupo, crece la brutalidad de las mismas. Me gusta pensar que, con estos datos en la mano, podemos decir que lo que crece es la valentía de las mujeres a la hora de denunciar y la consciencia de una sociedad que ha avanzado y cada vez es menos tolerante al machismo. Pero a la vez me preocupa profundamente que ante cada caso, ante cada mal dato, las respuestas institucionales sigan siendo reactivas, populistas, punitivas e ineficaces. Necesitamos prevenir, educar, evitar que pase. ¿Cómo es posible que ante semejante informe la fiscalía proponga ponerles cámaras a nuestros menores? ¿Acaso no es urgente educarles antes en igualdad? ¿No es esa la mejor manera de evitar que ninguno de ellos sea el día de mañana el asesino de Valga? ¿No es terrible que ante este nuevo triple crimen suenen de nuevo los coros de la pena de muerte, como si la existencia de la misma hubiese podido cambiar algo? ¿No sabemos hacerlo mejor como país? ¿No hay hombres feministas que quieran tanto como nosotras otra manera de vivir entre iguales?

Y esa sí es la cuestión. Sabemos hacerlo muchísimo mejor, pero hemos dejado de atender a lo importante. Con todos los desacuerdos políticos que protagonizaron estos años, mujeres de distintos partidos nos pusimos de acuerdo en más de 200 tareas que el Gobierno de este país tenía que poner en marcha con urgencia. Y ni una de ellas, ni siquiera aquella que consistía en reconocer la existencia de las víctimas, ha sido capaz de llevar adelante el Gobierno.

Continuarán los asesinatos como los de Valga, continuará precarizándose el desempleo y desmejorándose cada vez más lo poquito que nos queda de Estado social, y mientras tanto España parada. Y esa sí es la cuestión. Nunca tanto feminismo hizo falta.