De repente

OPINIÓN

Martina Miser

05 oct 2019 . Actualizado a las 10:15 h.

En España todo sucede de repente. En el 2015, por ejemplo, la economía iba como una moto. Habíamos salido de una crisis inaudita. Habíamos visto enormes masas de indignados que pedían rebobinar la historia desde los reyes godos. Pero todo aquello se había revertido, y daba la impresión de que era el momento de cosechar lo sembrado. Pero, de repente, el factor de aquel milagro, que se llamaba Rajoy, salió de las urnas tan ganador como vapuleado. No pudo enfrentar la investidura, y tuvo que ver cómo el derrotado líder de la oposición se aliaba con un osado figurín liberal-centrista, para regenerar España con una pomada y unas friegas. Y ahí empezó todo lo que vino después.

Sánchez fracasó, y tuvimos que repetir las elecciones. De repente el PP de Rajoy recuperó votos. El propio PSOE maniobró para favorecer una investidura que trataba de volver ao rego un sistema descarrilado. Y de repente, aquel Rajoy que no dialogaba, hizo encaje de bolillos, formó Gobierno y consiguió sacar adelante -gracias al PNV- unos presupuestos imposibles de los que aún estamos viviendo. Pero -¡de repente!- los dirigentes del PSOE se vieron sorprendidos por la vuelta de Sánchez. Y el PNV, envidioso de lo bien que pescaban los catalanes en todos los ríos revueltos, también aceptó unirse -¡de repente!- con los que pensaban que la mejor manera de embellecer el edificio patrio es ponerle un petardo, en plan Frankenstein, y reconstruir el país sobre la base de cambiar la ley por el diálogo, el rigor presupuestario por la beneficencia de Estado, y la experiencia política por puras ocurrencias que los medios transformaban en discursos de Pericles.

Parecía que una brisa de aire fresco nos había salvado de la asfixia en el último segundo. Hasta que, de repente, los pelotones más díscolos del batallón Frankenstein tumbaron los presupuestos de su nuevo y grandioso líder, lo dejaron en pelota picada delante del respetable, y forzaron nuevas elecciones. Y fue entonces cuando, de repente, apareció el mago Redondo, que, convencido de que fumigar en una sola dirección es una pérdida de tiempo, decidió preparar una parusía de Sánchez convertido en la «única solución posible» para la atribulada España. Y de ahí salieron los 123 escaños, que, glosados inicialmente como la batalla de Clavijo, solo sirvieron, en realidad, para repetir bloqueo y concluir que a Sánchez le convenía repetir el partido -por cuarta vez- para librarse de los tábanos que le molestan.

Pero, de repente, regresó el pueblo, que empieza a percatarse de que estamos viviendo de las inercias económicas del 2015, y de que toda la algarabía levantada por los Frankenstein nos está llevando, como mínimo, al huerto. Y, de repente, sin decirlo ni reconocerlo, nos hemos puesto a buscar un Rajoy que nos libre de estos repentes que nos acongojan. Pero a Rajoy lo vi ayer en el Foro A Toxa, como si de repente se hubiese jubilado, conversando inteligentemente con otro jubilado, Felipe González, que también se fue de nuestra historia de repente.