El miedo guarda la viña

Fernando Ónega
Fernando Ónega DESDE LA CORTE

OPINIÓN

16 oct 2019 . Actualizado a las 08:32 h.

No diré que el independentismo catalán sea cobarde por una elemental razón de respeto y porque, en el fondo, sería una gran noticia que lo fuese. Pero, desde luego, no tiene el arrojo que corresponde a un momento que él mismo define como trascendental para Cataluña. No tiene la valentía que demostraron otros revolucionarios, los líderes de movimientos patrióticos que hemos estudiado en los libros de historia y, desde luego, los creadores de una nación. Después de la publicación de la sentencia del Tribunal Supremo, están encogidos; como si sus desahogos verbales del primer día hubiesen quedado extenuados de tanto esfuerzo mental.

Y así, durante el día de ayer y tras las iniciales explosiones de indignación, hemos visto esta sucesión de noticias de dirigentes indepes que sugieren un auténtico repliegue: fueron incapaces de redactar un texto conjunto de rechazo a la sentencia; renuncian a celebrar un pleno extraordinario del Parlament para presentar resoluciones; el conseller de Interior, señor Buch, es criticado por otros independentistas por la actuación de los Mossos en la ocupación del aeropuerto de Barcelona; el Gobierno regional dice que empatiza con acciones contundentes como esa ocupación, pero tiene que respaldar a los Mossos que impidieron con sus cargas el colapso total de ese recinto, y el señor Torra tiene que justificar por qué no abrirá las prisiones: se lo impide «la legalidad española».

Ilustrativo, ¿verdad? Detrás de algunas de esas actuaciones y no-actuaciones, ¿saben lo que hay? El aviso de que puede activarse el artículo 155 y las advertencias del Constitucional de que los presidentes del Govern y del Parlament se abstengan de acciones ilícitas si no quieren incurrir en responsabilidades penales. Hace dos años, cuando ocurrieron los hechos que ahora se juzgaron, los barandas indepes estarían inflamados de pasión separatista por ver a sus compañeros condenados a varios años de cárcel. Hoy se tragan sus cabreos, contienen sus palabras, dicen agradecer los sabotajes de los CDR y demás bloqueadores del tráfico, pero se cuidan mucho de no llamar a incendiar la calle. Si lo hacen, lo hacen en secreto, no sea que la investigación abierta por Interior los acabe señalando como líderes de la revuelta.

¡Ay, amigos! Es que se cayó el mito del «no hay bemoles» para condenar a prisión a personajes tan simbólicos como Oriol Junqueras. Es que ya saben que a los jueces del Supremo no les tiembla mano para firmar una sentencia que quizá sea insuficiente, pero deja establecido para siempre dónde hay un delito y cómo se paga. Y es que, en el fondo, todos somos humanos, los héroes escasean y todos hemos aprendido desde pequeños que el miedo guarda la viña.