Ojalá se presenten ellas a la Moncloa

César Casal González
César Casal CORAZONADAS

OPINIÓN

Eduardo Parra - Europa Press

29 oct 2019 . Actualizado a las 08:27 h.

El viernes estamos en campaña. Qué pereza. No puedo más con los candidatos. Pensar en elegir a uno de ellos me pone malo. Dispara la gastritis. Sube el azúcar. El 10-N sería mucho más interesante si los partidos les diesen el paso a ellas. Las cuatro grandes siglas tienen cabezas de lista, muy listas, difíciles de batir, cada una en su estilo, y que desde luego hace tiempo que golean a sus rivales dentro del partido. Empecemos por el que en teoría va a ganar las elecciones. El PSOE. La ministra María Jesús Montero ha demostrado que es una política hábil y que tiene un cuchillo en la lengua. Marisu, como la conocen en familia, es todo lo que nunca será Carmen Calvo y hace que Pedro Sánchez a su lado parezca rígido. Montero lució en debates, en los platós y en ese otro plató gigantesco que es el Congreso. Sería una candidata socialista a presidenta muy difícil para sus rivales y encima con su procedencia andaluza, nada menos que del barrio de Triana, fidelizaría el granero de votos del puño y la rosa en el sur.

En el Partido Popular debería tocar que Pablo Casado, que no termina de funcionar ni con barba, dejase paso a alguna de sus compañeras de nivel. El valor más seguro sería Ana Pastor. Una política sin fisuras. Fue una espléndida presidenta del Parlamento. Institucional. Contundente. Cuando habla da la sensación, algo fundamental con lo hartos que estamos de los cuatro mosqueteros, de que su palabra se va a cumplir, sin mover un verbo de su sitio. El PP tendría otra opción. Sería mucho más arriesgada. Pero a lengua con filo y veneno no le gana ni la socialista Montero. Me refiero, claro está, a Cayetana. Tal vez sería muy heavy, volátil y demasiado pronto. Cayetana, o mejor Ana Pastor, para que este país renuncie al fin a presentar solo hombres a la Moncloa.

En el tercer partido, que ya veremos si no termina de quinto tal y como va, Ciudadanos, el cambio no es que debería hacerse. Es más bien un clamor. ¿Hay algún simpatizante de Ciudadanos, salvo Albert Rivera, que no prefiera hoy por hoy a Inés Arrimadas? Esa caída ganada a pulso por el oscilante Albert sería arreglada con Inés al mando. Mucho más clara y directa que él. No hay color en la zona naranja.

Nos queda el violeta de Podemos. Otro partido en el que hace mucho que el aclamado líder solo sabe equivocarse. Pablo Iglesias tiene que cortarse la coleta y darle la alternativa a Irene Montero, mujer de convicciones mucho más creíbles que las del muchacho profeta. Cierto que quedaría en casa, en la de Galapagar, pero Irene resultaría mucho más eficaz para su clá y, sobre todo, para posibles negociaciones hasta con Íñigo.

¿Por qué hay que cambiarlos a todos? Porque no hicieron los deberes. El pueblo votó pactos, acuerdos y ni caso. Ellas sí que sabrían sentarse a dialogar. Ellos tuvieron su oportunidad y fracasaron de forma estrepitosa con una nueva convocatoria a urnas en el peor momento, con una desaceleración económica que amenaza con dejarnos tiesos.