España, después del espectáculo

Fernando Ónega
Fernando Ónega DESDE LA CORTE

OPINIÓN

Ricardo Rubio - Europa Press

06 nov 2019 . Actualizado a las 09:14 h.

Este escribidor es de los que piensan que el debate lo ganó Santiago Abascal, seguido de Pablo Iglesias. Eso quiere decir dos cosas: la primera, que ganaron los líderes situados en los dos extremos del mapa; la segunda, que Abascal ha dejado de ser una anécdota, si alguna vez lo ha sido, y que Iglesias recupera algo, quizá bastante, de un liderazgo disminuido en los últimos meses. Y un añadido: si Abascal salió tan airoso de la confrontación, no es solo por méritos propios, sino por los regalos que le hicieron sus contrincantes: no le respondieron. Y así quedaron como verdades aceptadas por todos algunas de sus afirmaciones más discutibles sobre el coste de las autonomías, la violencia de género o los delitos que atribuye a extranjeros. Prefiero quedarme con la duda de si Sánchez, Casado, Iglesias y Rivera no replicaron por no darle protagonismo o no conocen el país que aspiran a gobernar.

Ahora toca esperar lo que digan las urnas del domingo. Mientras llega su mandato, el panorama que dejó el debate es altamente inquietante. Los dos aspirantes con más posibilidades, Sánchez y Casado, están en la macropolítica, en las alturas y en el ataque directo, sobre todo el presidente del PP. Las pequeñas cosas, el discurso de proximidad a lo que llamamos «la España real», fue otro regalo que le hicieron a Pablo Iglesias, que pudo ejercer de populista bueno, de preocupado por la gente y que, al no encontrar réplica, pudo utilizar la Constitución a su gusto e imaginación, por ejemplo para asegurar que la Carta Magna ordena que las pensiones se ajusten al IPC.

Con todo, lo más alarmante es que nadie ha conseguido ver un mínimo consenso que invite a pensar que vamos a salir del bloqueo. Si gana el PSOE, Pedro Sánchez no ha mostrado la mínima intención de pactar con Pablo Iglesias. Al revés: se mostró tan distante, que prefiere que gobierne la lista más votada, aunque sea en minoría, curiosa forma de entender el gobierno fuerte que reclama en sus mítines. Pablo Casado prometió romper el bloqueo si gana; pero, con los datos demoscópicos de hoy, no tendrá más remedio que contar con un crecido Abascal, que ya no querrá representar el papel de apoyo de tercer nivel que representó en los pactos del centroderecha en autonomías y municipios. Eso, si se produce, requerirá muchas explicaciones en la Unión Europea, donde la extrema derecha creció antes que aquí, pero apenas toca poder.

Conclusión: no me gusta la orina del enfermo. Y me gusta mucho menos desde ayer, cuando se conoció el paro de octubre. Otra vez estamos en los 3.000 parados diarios. Pero, ¡ay!, quien puso para el debate la fecha del día anterior a la descorazonadora estadística del paro, tenía muy buena información.