El fascismo sonriente

OPINIÓN

07 nov 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

El otro día vi el debate protagonizado por el líder de Vox. Con su pecho de palomo lleno de España y su aplomo a la hora de presentar datos  inventados, fue el protagonista absoluto. El más o menos calculado discurso de odio fue diáfano, cristalino. El ultraderechista desgranó parte de lo que a todas luces es un proyecto político totalitario sin que sus socios, el naranja y el azul, pusieran sobre la mesa la obscenidad política exhibida ante sus narices.

Este fascismo sonriente que arremete contra los más indefensos de la sociedad al mismo tiempo que se presenta como víctima de esas personas vulnerables, es a buen seguro aplaudido por su parroquia, y todavía está por ver este domingo hasta qué punto logran pescar en otras aguas. Lo que ya hace mucho que no está por ver es la connivencia de las otras dos derechas con la formación fascista. 

Lejos de reprochar la virulenta xenofobia y el evidente discurso anticonstitucional del candidato de Vox, el candidato azul y el candidato naranja prefirieron reprochar al gobierno sus pactos con el independentismo. Aquí hay algo perverso, y es que de una manera tácita están asumiendo que el que un rival tenga algún pacto injustificable le da a otro legitimidad para hacer lo propio. Es decir, que son conscientes al cien por cien de que están pactando con un cada vez más orgulloso ultraderechista dispuesto a todo. El problema con esto es que una (supuesta) cosa no justifica la otra se pongan como se pongan.

Si en tus mismas narices, en un debate electoral, el líder del partido ultraderechista con el que gobiernas en algunas zonas de España, y es de suponer que llegado el caso, con quien vas a presidir el país entero, ha citado al fascista fundador de las Juntas de Ofensiva Nacional-Sindicalista (JONS), en un muy descarado guiño al votante skinhead habitual de España 2000 y similares, y no has dicho nada, si después de escuchar cómo ese señor sataniza a menores de edad que viven en nuestro país, no dices nada, o si ese señor dice que no hay que dar asistencia sanitaria a todo el mundo mintiendo descaradamente y exponiendo cifras de gasto imaginarias, no dices nada, estás exactamente a su mismo nivel. 

Y ese es el problema, por mucho que los de naranja quieran ir al desfile del Orgullo o ponerse gafas de pasta de colores ácidos y los de azul vayan por ahí como si hasta hace apenas unos meses no hubieran competido con Vox para ver quién captaba más votos extremistas. El problema es que el que calla otorga. El que calla mientras pacta con ellos es cómplice, lo que en la práctica les convierte en partidos ideológicamente indistinguibles, y esto es así. No estamos hablando de si pactan con alguien que quiere más o menos impuestos, más o menos misa, más o menos pisos. Estamos hablando de orgullosos xenófobos que no tienen ningún reparo en mentir e inventarse cosas para lograr sus fines, gente que día tras día ataca a un colectivo concreto de menores de edad que carecen de altavoz sin que sus socios exhiban un mínimo de preocupación, personas que pretenden que los homosexuales solo lo sean cuando los demás no podamos verlos, un partido que pretende ilegalizar partidos por motivos ideológicos, un vergonzoso retorno a tiempos mucho peores. Es a PP y Ciudadanos a quienes corresponde establecer un cordón sanitario alrededor de la formación ultraderechista. Cualquier otra cosa es ser cómplice de un proyecto político totalitario, es ser una herramienta más del odio, pues en realidad no son Rivera y Casado quienes se aprovechan de la presencia de Vox para que sus partidos puedan gobernar en algunas zonas. Es Vox quien conduce. Que quede claro.