La mano selecta del portavoz del PNV

Roberto Blanco Valdés
Roberto L. Blanco Valdés EL OJO PÚBLICO

OPINIÓN

Javier Zorrilla | Efe

07 nov 2019 . Actualizado a las 21:23 h.

Al finalizar antes de ayer el debate televisado de los candidatos a la presidencia del Gobierno pudimos ver en el plató, ya sin sonido, como cada uno de ellos estrechaba la mano a los demás. Una imagen que contrastaba vivamente con la que se había producido días antes, en el debate de los portavoces de los grupos del Congreso, donde el del PNV, Aitor Esteban, se negó a dar la mano al de Vox, lo que parecería indicar que el partido que fundó Sabino Arana -un racista de pro- cree tener unas credenciales democráticas de las que carecen el PSOE, el PP, Ciudadanos y Podemos.

Justificó más tarde su actitud el dirigente peneuvista preguntándose: «¿Estoy obligado a darle la mano a esta gente de Vox?». A lo que él mismo respondió: «Pues no. Son fascismo». Con ese término, como calificativo de un político, conviene tener cuidado, sin embargo, sobre todo en un país como el nuestro donde, a la que te descuidas, te tachan de facha, aunque tengas que ver con un fascista de verdad lo mismo que el tocino con la velocidad.

Como el lunes pudimos ver millones de personas, Vox se encuadra con claridad en lo que en la Europa actual se denomina extrema derecha de forma general. Por más que Abascal proteste por ello, es lo que corresponde cuando un partido defiende un nacionalismo antieuropeo, construye un discurso maniqueo contra la inmigración y desautoriza avances en materia de derechos que cuentan con un apoyo mayoritario en la población. Pero una cosa es situarse hoy en Francia, Italia, España o Alemania en la extrema derecha -cuyo crecimiento nos preocupa a muchos de verdad, pues estamos convencidos de que es una malísima señal- y otra muy distinta es ser un partido fascista, es decir, una fuerza totalitaria que defiende el uso de la violencia para lograr la destrucción del sistema democrático.

De eso sabe el señor Aitor Esteban, pues ha convivido muchos años con el único movimiento auténticamente fascista que -excluidos los grupúsculos de tal naturaleza existentes durante la Transición- hemos sufrido, ¡y como!, los españoles no nacionalistas: hablo, claro, de la organización terrorista ETA, que, mediante una violencia brutal ejercida en toda España, pero sobre todo en el País Vasco, trató de implantar allí un nacional socialismo por la fuerza de las armas.

Por eso, aunque no seré yo quien niegue a nadie su derecho a estrechar o no la mano a quien le plazca, ¡menos lobos señor Esteban! Usted y los dirigentes de su partido llevan muchos años, no ya dando la mano, sino cogidos del ganchete del brazo político de ETA y sacando réditos políticos de sus crímenes horrendos: ya se sabe, el árbol y las nueces. Que el militante de un partido que permitió entrar en la Comisión de Derechos Humanos del Parlamento vasco al criminal Josu Ternera, jefe de ETA cuando la banda voló el cuartel de la Guardia Civil de Zaragoza, se permita dar lecciones de mano selecta y delicada resulta sencillamente vomitivo.