Curie, Severo Ochoa y Margarita Salas

Borja Sánchez

OPINIÓN

La bioquímica y ganadora del Premio Inventor Europeo 2019, Margarita Salas, durante su intervención en el acto de homenaje, en el Instituto Nacional de Investigación y Tecnología Agraria-INIA.
La bioquímica y ganadora del Premio Inventor Europeo 2019, Margarita Salas, durante su intervención en el acto de homenaje, en el Instituto Nacional de Investigación y Tecnología Agraria-INIA. Oscar Cañas - Europa Press

08 nov 2019 . Actualizado a las 09:40 h.

Casualidades del destino, Margarita Salas, nuestra gran científica, ha muerto en el día en el que nació otra gran científica Marie Sklodowska-Curie. Las dos figuran no muy lejos en la tabla periódica de mujeres científicas que otra investigadora, Teresa Valdés-Solís, ideó con motivo del día de la mujer y la niña en la ciencia. Una en el bloque de las bioquímicas, otra en el bloque de las físicas. Las dos inmensamente grandes. Justamente en 2019, se cumplen también 60 años desde que otro científico asturiano, Severo Ochoa, recibiese el Premio Nobel de Fisiología y Medicina por sus investigaciones, que ayudaron a  descifrar el código genético del ser humano y de los seres vivos. Curiosamente, la vida ha querido que el día y el año de su fallecimiento se cruzasen con el de otra gran científica y con el de su tutor postdoctoral.

De la Universidad Complutense de Madrid, donde estudió Ciencias Químicas, se desplazó al laboratorio de Severo Ochoa en Nueva York para completar su formación postdoctoral.  Fue precisamente a la vuelta de su postdoc cuando comenzó a estudiar el bacteriófago Phi29. Descubrió muchísimas cosas de este bacteriófago, pero la que le hizo convertirse en personalidad mundial fue una proteína codificada en su genoma que le permitía replicar su material genético. Este gran avance científico pudo aplicarse a otros virus de interés sanitario, pero también permitió desarrollar una tecnología que se pudiese transferir a la sociedad, generando una de las patentes españolas más rentables.

Margarita era una gran defensora de la ciencia, por cierto mal denominada básica. Al igual que otras personalidades anteriores a ella tenía la firme convicción de que la aplicación siempre llega. La ciencia para ella era ciencia, básica o aplicada. Y ella fue referencia en ello con su investigación, donde pasó de caracterizar la ADN polimerasa del bacteriófago Phi29 a una herramienta biotecnológica de gran uso a día de hoy en los laboratorios de todo el mundo. Todo el conocimiento que atesoró en su larga trayectoria es su gran legado para las futuras generaciones científicas.