El 10N en Asturies: lo mismo pero peor

OPINIÓN

12 nov 2019 . Actualizado a las 08:45 h.

Estas elecciones nos han dejado un sabor amargo a quienes defendemos una mirada progresista de la realidad. Si en abril nos despertamos con una sonrisa en la boca ante la posibilidad de una investidura acordada entre las izquierdas y ante la constatación de que se había conjurado el peligro que supone Vox, hoy la situación se ha dado la vuelta como un calcetín. Nuevamente el bloque progresista ha ganado, eso es cierto, pero notablemente más debilitado y con un parlamento muy fragmentado que no hará fácil la investidura. Con todo el gran golpe ha sido constatar el auge de la extrema derecha que pronosticaban las encuestas. Los 52 diputados de Vox son una auténtica bofetada para todos los que creemos en una sociedad diversa, acogedora y democrática. Un auténtico peligro de involución. Quienes provocaron esta repetición electoral con su incapacidad de entenderse deberían reflexionar sobre los resultados para no cometer el mismo error de nuevo. Unos terceros comicios abrirían de par en par la puerta a un gobierno en el que personajes como Abascal, Ortega Smith, Espinosa de los Monteros o Monasterio podrían llegar a ocupar alguna cartera ministerial. Y de esa pesadilla seguramente no despertaríamos.

PSOE y Unidas Podemos han perdido, en apenas seis meses, casi millón y medio de votantes. Pedro Sánchez se ha dejado llevar por los cantos de sirena del spin doctor Iván Redondo, que auguró que la repetición electoral traería a los socialistas una subida electoral que no se produjo. Por su parte los de Iglesias han perdido más de la mitad de sus escaños en cuatro años, lo que debería hacerle reflexionar sobre su estilo de liderazgo y su estrategia política, que resulta difícil de entender salvo para los muy fieles.

En Asturies las novedades son pocas. El PSOE mantiene sus resultados de abril y sus tres escaños, incomprensiblemente sin apenas sufrir castigo electoral alguno. La candidatura de PP-Foro ha logrado arrebatarle un escaño a Ciudadanos, cuya debacle a nivel estatal se veía venir desde hace meses. Nacho Prendes se queda sin su escaño y aún está por ver si, dimitido Rivera, Ciudadanos es capaz de recomponerse o si recorrerá el mismo camino que en su día transitó UPyD hacia la irrelevancia.

El resultado de Vox en Asturies merece una reflexión aparte. José María Figaredo, su joven candidato de larga estirpe industrial y corrupta que parece sacado de la hermandad de antiguos alumnos de cualquier colegio segregado del Opus Dei, ha logrado repetir el escaño de abril sumando 16.000 votos y quedándose a apenas 300 papeletas de arrebatarle el tercer puesto a Unidas Podemos. Habrá tiempo de evaluar de dónde han salido esos votos, pero preocupa particularmente la permeabilidad de una parte de los jóvenes al discurso ultraderechista, que aparece como salida rupturista al hastío provocado por una derecha envejecida y corrupta y una izquierda sumida en sus guerras cainitas por ver quien levanta más alto el puño.

 Unidas Podemos pierde en Asturies 19.000 votantes, lo que no le impide conservar el escaño de Sofía Castañón, una magnífica candidata cuyo mayor hándicap es haber sido impuesta a la organización asturiana por el aparato estatal. La organización morada sigue el mismo camino al norte y al sur del Negrón. Y se ha convertido ya en una especie de Izquierda Unida con esteroides, cuyo techo político se encoge elección tras elección sin que se vislumbre autocrítica alguna.

 Más País, por su parte, no ha sido capaz de capitalizar el descontento progresista ante el bloqueo político. Una campaña hecha deprisa y corriendo, prácticamente sin recursos y sin una organización detrás capaz de respaldar el proyecto eran obstáculos demasiado grandes como para sortearlos. Segundo González, además, partía con la desventaja de haber sido diputado con Podemos. Y no fue capaz de desprenderse de la imagen de sucedáneo. Faltó imaginación y audacia para construir un espacio político que en Asturies está aún virgen: el espacio verde, feminista y joven que representa Íñigo Errejón y que en Madrid ha dado sus frutos. La transición ecológica será, con toda probabilidad, el gran eje político de los próximos años, seguramente décadas.  Y si Más Asturies sabe poner las luces largas, será capaz de construir una alternativa progresista a unas izquierdas que, incluso en su fórmula más novedosa, parecen ya demasiado envejecidas.

 Lo cierto es que no existe en Asturies una formación política que sea capaz de dirigir su discurso a los menores de 35 años. Los jóvenes asturianos no solo tienen que irse de Asturies en busca de trabajo. Ni siquiera hemos sido capaces de construir una política que mire al futuro y no al pasado. Como en una especie de bucle infinito, en esta campaña los asturianos y las asturianas hemos vuelto a oír hablar de lo de siempre. Ni una sola propuesta original, sugerente o mínimamente audaz. Y eso deja el camino expedito para una extrema derecha que tiene la capacidad de conectar con una parte de la sociedad que empieza a estar hastiada con una política en la que los nuevos discursos son una mala copia de los viejos.