El PSOE de Sánchez trocea España para su venta a precio de ganga

OPINIÓN

01 dic 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

Aquí trataremos de demostrar que Pedro Sánchez ha retirado de hecho el adjetivo español (E) de las siglas PSOE, sin que por ello las tres restantes, o alguna de ellas, carezcan ya de significado y sean meros significantes publicitarios en el mercado electoral para que el consumidor se deje seducir. Consideramos prioritario centrarnos en la E porque es el problema (conflicto, diría Gustavo Bueno), aun superior al económico, pese a que los datos de la pobreza, los sueldos paupérrimos, el desempleo y la protección social son intolerables y, además, esta situación que viven millones de españoles, se ve acentuada por la descomposición del Estado político que, finalmente, es el hecho más grave desde la Guerra Civil, y sus derivaciones habrán de alcanzar cotas más ominosas. Porque ominosa es la dictadura criminosa del Gobierno catalán y de las maras callejeras (CDR) que tienen secuestrados los derechos fundamentales de los ciudadanos, que parece que hayan sido arrojados a un zulo.

Un partido que se dice social, y nos basta con el PSOE a partir de Pedro Sánchez, entra en contradicción con la muy desigual distribución de los recursos entre las comunidades y con la frialdad con que se permite que morrocotudas cantidades de dinero se destinen en el País Vasco, Navarra, Cataluña, Valencia y Baleares a extirpar la lengua castellana (para Ferlosio) o española (para Bueno) e inocular el odio de raza hacia el resto de los ciudadanos de este país. El socialismo de Sánchez es un antisocialismo clamoroso, no solo por no impedir lo antedicho, sino porque los barones del PSOE en Navarra, Valencia y Baleares, donde gobiernan, ejecutan ese desvío de fondos públicos en la campaña de vacunación de la población contra «los tarados genéticos» que dice Joaquín Torra que somos los españoles.

Son Cataluña y el País Vasco (y la toma de su Granada, Navarra) los dos pedazos más relevantes del destrozo que está causando Pedro Sánchez al país a cambio de ser investido en diciembre presidente del Consejo de Ministros. En efecto, los votos del PNV y, sobremanera, los de ERC le son necesarios para seguir en La Moncloa. La condición que le han puesto las dos formaciones nacionalistas para darle su apoyo equivale a una venta mercantil de dos productos de un valor difícil de fijar por desorbitado a precio de ganga. Sánchez recibe la ganga de ser reelegido y regala Cataluña y el País Vasco, una pérdida que puede recordar a la de Cuba y Filipinas (1898), pero con el añadido de la crudeza de ser territorios peninsulares.

Por consiguiente, la transacción consiste en que Cataluña y el País Vasco sean reconocidos, en poco tiempo, Estados independientes que negocian de tú a tú con el Estado español. Sánchez ha aceptado estas condiciones: la mesa de negociación que pide ERC no es otra cosa que un diálogo de Estado a Estado. Al igual que los socialistas catalanes del PSC (Miguel Iceta), Sánchez apuesta por la independencia de Cataluña con la risible, por fantasmal, fórmula de nación de naciones, y tiene el respaldo de su nuevo socio, Unidas Podemos (populismo patrañero que tratará de socavar cuando entre en el Gobierno los pilares de la democracia fijados en la Carta Magna de 1978, un socavamiento impensable en tiempos del PCE y de IU anterior a Alberto Garzón).

No obstante, y dada su posición, no puede ir Sánchez a cara de perro en esta operación ultracapitalista, y en su propuesta pública de ese tal diálogo, apostilla que en el marco de la Constitución. Pero esto es un imposible, porque si es en ese marco, Adriana Lastra no se sentaría a negociar con Gabriel Rufián, el bufón de Junqueras y Jové (que acabará previsiblemente en prisión por ser uno de los diseñadores del plan secesionista de 2017). Es decir, la estrategia es camuflar con eslóganes publicitarios (La crema X convertirá su piel sexagenaria en veinteañera) a los electores socialistas, a los que contemplamos como constitucionalistas, mientras corta Cataluña del mapa geográfico.

Añadamos algo más. ¿Qué es ERC? Los republicanos catalanes de izquierda provienen de un pasado no tan lejano en el que sus abuelos perpetraron acciones idénticas al franquismo, al nazismo y al estalinismo. Entre 1934 y 1939, siendo presidente de la Generalidad Luis Companys (ERC), este partido asesinó a cerca de 4.000 personas, de derechas y de izquierdas (estos, sus rivales), utilizó hornos para incinerar cadáveres y construyó campos de concentración. La asociación suiza Catalunya Peuple d’Espagne ha pedido a las autoridades catalanas que retiren el nombre de Companys del callejero y sus estatuas de calles y plazas, para «revisar el mito fundador de una ideología supremacista que ilustra Lluís Companys, responsable de tantas matanzas». Hoy, Junqueras no es menos xenófobo que Torra. Y es con ERC con quien están negociando los socialistas.

(Esta negociación plantea, creemos, dudas acerca de la legalidad constitucional de las gestiones que la cúpula socialista realiza con ERC, cuyo presidente, Oriol Junqueras, está condenado por sedición y su secretaria general, Marta Rovira, huida de la justicia. Quizá esa legalidad esté más comprometida por la tramitación a trámite, esta semana, por parte del presidente del Parlamento catalán, Roger Torrent, también de ERC, de una resolución en favor de un referéndum de autodeterminación y la reprobación del rey, que fue aprobado con los votos de ERC, desobedeciendo una vez más al Tribunal Constitucional).

Un segundo y último añadido: ¿qué es el PNV? Es, sencilla y llanamente, el equivalente español de la Cosa Nostra siciliana. Vive de la extorsión al Estado. El llamado cupo vasco es el camuflaje para reventar la caja pública. A estos nacionalistas vascos les da lo mismo que gobierne el PP que el PSOE. Votaron con Rajoy porque este obligó a Montoro a desembolsar una cantidad de dinero que nos es conocida en su cuantía total. Desde la implantación de la democracia, esquilman al Estado, y utilizamos para este verbo la tercera acepción de la RAE: “Menoscabar, agotar una fuente de riqueza sacando de ella mayor provecho que el debido”. Los derechos histórico-económicos del País Vasco y Navarra son la vara que mide la deshonestidad y la avaricia de dos regiones para con el resto. Con los socialistas siguieron el mismo patrón, pero ahora añaden algo más, en la estelada estela catalana. Le dicen a Sánchez que son un pueblo, una patria, una lengua (tan ancestral que merece expulsar al castellano-español imperialista: están haciendo obligatorio el euskera en todos los ayuntamientos), una nación, lo que encaja con la nación de naciones del nuevo y trolero socialismo.

El PNV y la versión vasca de Podemos han consensuado una reforma del Estatuto de Guernica en la que se explicita, sin rodeos semánticos ni artimañas de tipo alguno, que el País Vasco es una nación independiente de España, y que este hecho irrefutable ha de materializarse de inmediato. Que el PNV, que parte de una ideología que se especifica en el siguiente y penúltimo párrafo, o Bildu, que enaltece a los terroristas de ETA, vayan directos a la yugular del Estado, es palmario, es lo que se espera. Pero que Podemos, próximo socio del Gobierno de Sánchez, se enrole con estos partidos, descorre las cortinas de lo que será una legislatura demoledora para la democracia.

Hace unos días se cumplió el 116 aniversario de la muerte de Sabino Arana, fundador del PNV, al que acuden a homenajear religiosamente los altos cargos vascas, siempre peneuvistas. Pues bien, Arana fue un admirador de Hitler y, en línea con la doctrina de este, fundó Euskadi e hizo oficial la ikurriña. Permítasenos citar un párrafo de uno de los tantos panfletos del nazi Arana. Escribió: «El roce de nuestro pueblo con el español causa inmediata y necesariamente en nuestra raza ignorancia y extravío de inteligencia, debilidad y corrupción de corazón, apartamento total, en una palabra, el fin de toda humana sociedad».

Con los epígonos del humano Arana y con los del (se decía él) izquierdista Companys, Pedro Sánchez está repartiendo España, trozo a trozo. Esta lujuria de poder, esta deslealtad hacia el socialismo solidario, retrata nítidamente al líder del PSOE y nos hace echar mucho de menos a Pérez Rubalcaba.