05 dic 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

No sé si es normal tener enviados especiales de los que dan minuto y resultado en los juzgados durante un juicio por asesinato. Se me queda un poco cara de tonto cuando al llegar a casa enciendo el televisor y veo a un periodista micrófono en mano informando de que no ha ocurrido realmente nada relevante durante el juicio. En el más conocido de estos días, el del asesinato de Diana Quer, hasta he tenido la sensación de que distintos forenses competían entre sí al estilo circense que se ve en las tertulias televisivas, uno de ellos incluso esgrimiendo el Teorema de Bayes para apoyar su tesis sin pruebas, una cosa loca y vergonzante que naturalmente irritó a la defensa del acusado. El teorema de marras no tiene aplicación posible en un juicio de estas características, pero en la televisión el reportero de turno se congratulaba del altísimo nivel que exhibían aquellos titanes de la ciencia forense, posiblemente igual de alto que el que exhibió el grafólogo en el mismo juicio deduciendo la personalidad del acusado a través de la escritura del mismo, que no es más que la versión sofisticada de la lectura de los posos del café o la quiromancia.

Creo que esta excesiva cobertura mediática contribuye a crear miedo, y en el fomento del mismo convergen la derecha y la izquierda, cada una a su manera, haciendo crecer una sensación irreal, como si España fuera Ciudad Juárez, como si en cada esquina de cada calle, todas las noches, acechara un depredador sediento de sexo y sangre, no necesariamente en ese orden. Pero la realidad es tozuda: en España las cifras de asesinatos son bajas, se miren como se miren, y no hay nada que pueda refutar este hecho. Pueden comprobarlo ustedes mismos en Gapminder.org y pueden comprobar las espeluznantes cifras que presentan algunos países supuestamente civilizados. Como consuelo para quien ha perdido a alguien a manos de otra persona es flojo, pero como defensa ante quienes pretenden vendernos la imagen de un país sumido en las tinieblas del crimen aleatorio, puede que tenga algún valor. Al final, lo más probable es que el tipo que camina detrás de usted por la misma acera de noche solo quiera llegar a casa.