Sebastián Álvaro, el hombre que estaba hecho de la materia de los sueños

OPINIÓN

23 dic 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

Escuchar a Sebastián Álvaro es sencillamente fascinante. Es una aventura que te lleva a recorrer los caminos más inusitados para alcanzar la cima del alma.

Sebastián, «Sebas» para los amigos, es un ser humano inconmensurable, indescriptible. Impresiona su absoluta humidad, recubierta de una epidermis de humanidad total.

Sebas es un renacentista militante. Un hombre orquesta que ha sido capaz de meterse en mil pieles y en miles de vidas. Un superviviente nato tocado por la magia de los dioses, que sabe convivir con los duelos, como los ‘ochomilistas’ conviven con las congelaciones o con los edemas pulmonares.

Sebas está al filo de la vida, como una especie de equilibrista que levita infinitamente. Como su admirado Ernest Shackleton, es un resiliente convencido, que hace de la resistencia su victoria vital.

Lector ávido y reflexivo, sus conferencias son una geografía de referencias filosóficas, literarias, artísticas, y en definitiva humanas, que te hacen viajar a esos recodos espirituales que no están en ningún mapa.

Es una de las personas, de todas las que conozco, que más creen en la importancia de hacer equipo para recorrer el laberinto de la vida.

Pero lo más grande de este director espiritual, de este druida aventurero, de este rapsoda de lo imposible, de este misionero creyente y solidario, es que es un hijo ejemplar.

Viaja a sus orígenes con la misma naturalidad que asciende a las cumbres más bellas y temidas del planeta Tierra.

Sebas se emociona con la espontaneidad y sinceridad de un niño cada vez que recuerda a su madre, fallecida hace quince años. Asegura que la recuerda cada día, y se siente profundamente honrado y orgulloso de todas sus enseñanzas y consejos.

Cuenta con ternura sin límite como su madre salió de una remota aldea de Tineo con catorce años hacia Madrid, o como la vio trabajar toda su esforzada vida para sacar a su familia numerosa adelante.

Sebastián Álvaro exhibe con la máxima dignidad ese cincuenta por ciento de ADN asturiano, y yo personalmente le estoy muy agradecida, porque es un referente a seguir y porque nos aporta un legado universal único.

Para mí, Sebas es tan humano que no es humano. Me explico: parece hecho de la materia de los sueños, y de esa energía intangible pero imprescindible para recorrer con suerte, alegría y bondad, la senda que nos conduce hasta el final de la vida.

Me identifico profundamente con él no solo en el impulso explorador y en la conducta resilente.

Sebastián Álvaro adora a su madre, y la lleva con él a todas partes. Yo también a la mía.