Más allá de la izquierda maorí

Gonzalo Barrena

OPINIÓN

El coordinador general de IU-Asturias, Ramón Argüelles (c), junto al secretario de organización, Alejandro Suárez (i), y el responsable de Economía, Fernando Díaz Rañón (d), durante la rueda de prensa que ofrecieron hoy en Oviedo. IU-Asturias no impedirá que sus militantes participen en el referéndum convocado por la dirección federal, cuya votación presencial se celebrará el próximo domingo, pero exigirá que la decisión final sobre la política de alianzas para las elecciones municipales y autonómicas respete el resultado de la consulta que celebrará a nivel regional en las próximas semanas
El coordinador general de IU-Asturias, Ramón Argüelles (c), junto al secretario de organización, Alejandro Suárez (i), y el responsable de Economía, Fernando Díaz Rañón (d), durante la rueda de prensa que ofrecieron hoy en Oviedo. IU-Asturias no impedirá que sus militantes participen en el referéndum convocado por la dirección federal, cuya votación presencial se celebrará el próximo domingo, pero exigirá que la decisión final sobre la política de alianzas para las elecciones municipales y autonómicas respete el resultado de la consulta que celebrará a nivel regional en las próximas semanas JLCereijido

27 dic 2019 . Actualizado a las 19:05 h.

La clase que dirige Izquierda Xunida comparte con la cultura maorí, Nueva Zelanda, dos elementos interesantes. Uno relacionado con el nombre, y otro con el haka, la conocida danza ritual en la que ojos, lengua, dientes, piernas y brazos entran en sobreactuación.

Hace años que Izquierda Unida de Asturias sobreactúa, buscando un hueco en el universo milenial con aspavientos de prejubilado. Bracea, gruñe y emite cagunmimantos, pero no consigue soltarse del noray, esa obstinada pieza que sujeta los buques. La izquierda asturiana no logra echarse a la mar y se conforma con entonar habaneras o lamentos, sin percatarse de que es ella misma la que, contradictoriamente, quiere resurgir mientras se obceca en el amarre.

El otro elemento que comparte la izquierda aborigen es el empeño en la autoafirmación. En su lengua, maorí viene a significar lo «normal», lo «habitual», y por extensión lo «auténtico», desconfiando -conservadores- de lo nuevo. En un melancólico documento de discusión, remitido desde Alfonso II El Casto, se etiqueta una y otra vez al afín como adversario. Y con golpes de pecho palomo, en terminología indígena, los redactores hiperventilan, definiendo a Izquierda Xunida como singular, auténtica, verdadera y, viniéndose sorprendentemente arriba, como la izquierda «clásica», la de toda la vida, temblad burgueses del Oviedín.

Desde el 11-M y obstinadamente desde los comicios de 2015, la estructura que dirige la coalición asturiana barrunta su relevo. Ha entrado en pánico varias veces y ha obtenido milagrosamente sendas victorias pírricas: el fulgor y muerte súbita de Ramón Argüelles, que en paz política descansa, y el par de Ovidio con Ángela, un duo que canta a capella en los entreactos, mientras descansa la orquesta de Barbón.

Entre tanto, la organización continúa rumbo al pozo Sotón con la amenaza -o tentación- de convertirse en un Museo de la Cultura Obrera, noble intención pero inservible para camareras de piso, de supermercado, teleoperadores, repartidores varios y demás oficios precarios en expansión.

A todo ese proletariado sin prole, atrapado entre el paro y los horarios sin piedad, no le vale ya la izquierda custodia, ni su liturgia de las esencias. Necesita herramientas y no conciencia de clase, que le sobra. Necesita mujeres decididas al frente y menos muecas de macho ritual. Necesita rearmarse emocionalmente desde las bases, donde hiberna esa valiosa militancia que no rompe el carnet, y que siempre se apunta a resurgir.

Militancia que vive y es de «los de abajo», de quienes tienen derecho a votar lo que estimen, porque la democracia es un axioma, y que si no siempre respiran en rojo es porque la izquierda ha entumecido su imaginario. Hablemos, por ejemplo, de las fuerzas de seguridad: policía o guardia civil hace tiempo que significan apoyo en la montaña, en la carretera o en situaciones de violencia. Hace tiempo que la sociedad no militante ha abandonado los mausoleos intelectuales. Ni por el sueldo ni por el riesgo, los trabajadores de la seguridad merecen asiento fuera del pueblo, al que pertenecen. Y así, en tantos otros caladeros que pasan desapercibidos para la izquierda decimonónica, y que si optan por votar al adversario, quizá sea porque se les cierra despóticamente el acceso al club de la gauche, hoy Casino.

La izquierda, si desea rearmarse como fuerza democrática y real, ha de volverse también propositiva. En solidaridad social obtiene sobresaliente, pero ha de matricularse también en economía emprendedora. Hay autónomos y empresarias a la izquierda, hay economía verde que empuja y hay mujeres despegando en iniciativa comercial, aliadas de la nueva masculinidad y de todas las que respetan.

En fin, si en la tectónica regional comienzan a moverse las placas de la Izquierda, hay que celebrarlo. Hemos vivido entretenidos demasiado tiempo en el discurso funerario y, precisamente ahora, a las puertas de 2020, conviene relevar con amabilidad a los líderes, superar los rugidos y sonreír inclusivamente a quienes dramatizan entre «ser (con ellos) o no ser».

Porque, más allá de la izquierda maorí, hay partido.