El liderazgo según Trump: ¿será reelegido?

Margarita Mayo FIRMA INVITADA

OPINIÓN

Maria Pedreda

16 ene 2020 . Actualizado a las 18:28 h.

El liderazgo de Donald Trump será valorado de nuevo en las urnas en noviembre del 2020. La opinión pública y los expertos políticos siguen divididos en cuanto a la efectividad de su estilo como líder: ¿Logrará la reelección? El presidente rompe muchos de los esquemas sobre las cualidades del llamado líder efectivo. Este acepta la crítica, tiene una actitud servicial, busca el beneficio común y presume de una comunicación respetuosa. Sin embargo, Trump arremete contra aquellos que no están de acuerdo con él, ha sido descrito como egocéntrico y narcisista por buscar su propio interés, y no es precisamente políticamente correcto en sus comentarios: dice lo que quiere y cuando quiere, liderando a golpe de tuit, en muchas ocasiones con insultos y comentarios negativos.

Pero, en contra de los pronósticos, Trump fue elegido en el 2016 y su popularidad se ha mantenido a nivel medio y estable en los últimos meses. Según la encuesta publicada por FiveThirtyEight el 1 de enero del 2020, su popularidad es del 42,6 %. Aunque algo más baja que la de Obama, con un 45,7 % en la misma fecha, no es muy diferente. Y la página de apuestas políticas PredictIt otorga a Trump un 47 % de probabilidades de ser reelegido, seguido por exvicepresidente Joe Biden con un 21 %.

¿Cómo podemos explicar el liderazgo de Trump? No nos sirven las teorías clásicas. Necesitamos una nueva perspectiva de liderazgo que se centre en la psicología de los seguidores. En el 2016, Tim David fue uno de los pocos analistas políticos que dijo: «Te guste o no, Trump va a ganar las elecciones» porque sabe cómo influenciar.

¿Cuáles son las tácticas de influencia que funcionan para conectar con una parte importante de los ciudadanos americanos?

1. Visibilidad del líder. Desde Europa, muchos hemos visto con perplejidad la popularidad de Donald Trump como líder. Una explicación tiene que ver con la simple presencia del líder en la vida cotidiana de los ciudadanos en EE. UU. Para que el líder sea influyente, la gente tiene que hablar de esa persona. Para bien o para mal, cuanto más expuesto está el líder a los ciudadanos, más probable es que forme parte de sus modelos mentales. Con el tiempo, estamos más predispuestos a aceptarlo como algo natural. Esta visibilidad se puede conseguir hoy en día mucho más fácilmente con el uso de las redes sociales en las que Trump se distingue.

2. Simplicidad del mensaje. La gente recuerda un mensaje simple y claro. Aunque los problemas sociales y económicos de un país son complejos, la mayoría de la población prefiere soluciones sencillas. Nuestro cerebro recuerda mejor los mensajes simples, cortos y claros. El reto de los líderes políticos es comunicar temas complejos de forma simple, adaptando el lenguaje a una audiencia más amplia. El lema de Trump en las elecciones pasadas era fácil de recordar: «Make America Great Again!» Dado su éxito, el eslogan de este año ha variado muy poco: «Keep America Great».

3. Visión positiva. Es más fácil inspirar a la gente con una visión positiva de futuro que con los procesos para llegar a esa meta. Aunque algunos ciudadanos son partidarios de discutir abiertamente políticas concretas, la mayoría de la gente quiere ver resultados claros y a corto plazo. Y los líderes políticos se sienten más seguros presentando solo la luz al final del túnel, para evitar así posibles confrontaciones sobre cómo conseguir los objetivos.

4. Enemigo común. Nada une más a un grupo que un enemigo común. Muchos líderes políticos utilizan una línea divisoria para crear su propio espacio electoral. Por ejemplo, la élite versus los trabajadores. Los psicólogos sociales como Henri Tajfel han demostrado que esta estrategia funciona incluso cuando dividimos a la gente en grupos basados en el azar al tirar una moneda a «cara» o «cruz». Aquellos en el grupo de «cara» prefieren cooperar con otros que pertenecen a su mismo grupo y competir con miembros del grupo contrario. Esta mentalidad de «nosotros-ellos» también la vemos en los equipos de fútbol (Real Madrid contra el Barcelona).

5. El poder de las emociones. Una de las presunciones de muchas campañas electorales es que la gente es racional. Pero, ¿se vota con la cabeza o el corazón? Trump no es precisamente un líder que base sus argumentos en datos, sino más bien en emociones unidas a una identidad. Cuando la gente se enfrenta a un peligro, responde de una forma automática y emocional porque se dispara el sistema límbico de nuestro cerebro que toma el control sobre la parte racional, la corteza prefrontal. Estos son los dos mecanismos que el psicólogo Daniel Kahneman explica en su libro Thinking fast and slow. Los líderes como Trump estimulan nuestro fast thinking pero inhiben nuestro slow thinking votando de una forma más emocional que racional.

Donald Trump utiliza de forma intuitiva tácticas de influencia para llegar al cerebro y el corazón de sus votantes. Ha creado la marca Trump con la confianza, asertividad y el carisma que necesita una parte de la sociedad amenazada por el miedo. Sin embargo, la sinceridad y la empatía tan necesarias para atajar retos globales como el cambio climático no son todavía parte de su branding