Anclados en el disparate

OPINIÓN

21 ene 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

No resulta fácil comprender qué pretenden Pablo Casado y Teodoro García Egea llevando la oposición al gobierno por el camino del disparate. Argumentos serios tienen para criticar decisiones como el nombramiento de Dolores Delgado como Fiscal General, aunque la coherencia debería conducirlos a pedir que ese cargo dejase de ser designado por el ejecutivo, que haya sido ministra y diputada no la hace más partidista que al señor Cardenal o a quienes sustituyeron al señor Torres Dulce, cesado por querer ser demasiado independiente. Sin embargo, han optado por sumarse al integrismo reaccionario de Vox, que cuestiona no solo la Constitución, sino los principios sobre los que se ha constituido la sociedad contemporánea.

Si se aplica el veto de los padres en la educación que defienden Vox y sus adalides del PP, ¿con qué argumentos se podría evitar que los integristas musulmanes impidan que sus hijas asistan a clases de gimnasia o se eduquen en colegios mixtos? Cierto que eso último también lo pretenden los integristas católicos. ¿Podrían los padres fanáticos de cualquier religión vetar que sus hijos estudien biología, ciencias o historia porque sus convicciones no aceptan las tesis científicas sobre el origen del universo y la vida o la evolución de las especies?

La ministra Celáa respondió a la algarabía ultra con una frase desafortunada, que corrigió el señor Ábalos. Es evidente que los hijos son de sus padres y que nadie, incluido el Estado, puede privarlos de su derecho a criarlos y educarlos, pero también que los menores son personas con derechos protegidos por la Constitución. Los padres no los poseen como un coche o una televisión, no son cosas sino seres humanos. Por eso, los padres no pueden esclavizarlos, maltratarlos o abusar sexualmente de ellos, tampoco pueden privarlos de derechos como la educación o la salud. Puede recordarse el caso de los que se niegan a vacunar a sus hijos o a que reciban transfusiones o trasplantes.

A Vox no le importan ni la verdad ni la democracia, pero ¿es consciente el PP del daño que se hace a sí mismo y a esa España que tanto dice querer al seguir la vía del disparate?