La cuestión es saber quién manda

OPINIÓN

31 ene 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

«Cuando yo uso una palabra ?Insistió Humpty Dumpty con un tono de voz más bien desdeñoso- quiere decir lo que yo quiero que diga… ni más ni menos. La cuestión -insistió Alicia- es si se puede hacer que las palabras signifiquen tantas cosas diferentes. La cuestión -zanjó Humpty Dumpty- es saber quién es el que manda… eso es todo».

Alicia en el País de las Maravillas, Lewis Caroll, 1865.

Esta semana conocíamos el informe elaborado por la Real Académica Española de la Lengua emitido tras la solicitud de la vicepresidenta del Gobierno Carmen Calvo, ya en la pasada legislatura, en la que se pedía la opinión de esta institución acerca de la posibilidad de modificar la Constitución para adecuarla a un uso lingüístico más inclusivo, más allá de la utilización del masculino como género que engloba a todas las personas.

El informe de la RAE no es muy proclive a la utilización del lenguaje inclusivo. Era de espera de una organización con solo ocho mujeres entre un número equivalente a cada una de las letras mayúsculas y minúsculas del abecedario, lo que demuestra que no es en absoluto imparcial y que no está libre de sesgo en el análisis que se le ha encargado.

La importancia del lenguaje en la conformación del mundo en el que vivimos es absoluta. El lenguaje es la herramienta que nos diferencia del resto de seres vivos y es crucial en nuestra evolución como especie. Pero no nos engañemos, no solo es una herramienta de comunicación, es una herramienta simbólica de representación y control del poder. No es casualidad que el lenguaje sea una de las piezas clave en las luchas nacionalistas por la identidad de los pueblos, no fue casualidad que la lengua fuera el arma de control colonizador en el pasado cuando Europa colonizaba a su antojo continentes enteros, también fue la lucha por la lengua propia un pilar para la libertad. El lenguaje transforma, nombra, visibiliza y arrastra cambios importantes, siempre frente el status quo que se resiste a perder espacio de poder.

No es, pues, trabajar por un lenguaje inclusivo y no sexista una cuestión menor. No podemos conformarnos con pensar que el español siempre ha sido así, porque no es verdad. Adoptamos anglicismos continuamente, añadimos nuevos nombres para nuevas realidades. Entonces, ¿por qué vamos a seguir admitiendo que el masculino genérico es la vara de medir y nos incluye a todos y a todas? ¿Por qué no es genérico el femenino? ¿Por qué somos la excepción mientras lo masculino es la norma? ¿Por qué el lenguaje mantiene el poder masculino, cuando la igualdad es ya un principio que ha venido para quedarse y cada vez alcanza más status?

El lema de la RAE es «limpia, fija y da esplendor», donde se desprende su capacidad de análisis crítico para decidir qué debe y no debe estar en nuestra lengua. ¡Menudo poder, verdad! Sin embargo, en su informe alega que se ha limitado a recoger una realidad existente, que confirma el «uso mayoritario de la comunidad hispanohablante», frente a la que «la academia se limita a ser testigo». Palabras del presidente de la RAE en la presentación del informe aduciendo que «la constitución debe ser modelo de uso común del español». Se debe continuar utilizando el género masculino porque «el contexto así lo entiende», ignorando la RAE los importantes y profundos estudios sociolingüísticos que arrojan tesis contrarias o las centenas de miles de personas que en la realidad actual no nos sentimos nombrados, ni nombradas en la utilización generalista del lenguaje.

Continúan defendiendo que el masculino es el «término marcado» y que nos incluye a nosotras. No es muy comprensible que haya una lengua que utilice un término que no refleja la realidad cuando sí que existen términos que lo hacen. Hay palabras que engloban y son económicas como ciudadanía, pueblo, clase o equipo. No se trata de economía del lenguaje, sino que es un lenguaje incorrecto aquel que invisibiliza, porque nombrar lo que es diferente no es repetitivo, es justo. Mientras escribo esto me doy cuenta que la palabra «invisibilizar» no está en el diccionario de la RAE, menuda casualidad porque vaya si no tiene uso.

Reclama para el inmovilismo que no es de «acuerdo expreso» la inclusión del género y la diversidad en el lenguaje. ¿Cuándo exige la Academia el acuerdo expreso para otros usos o vocablos? El uso de las palabras produce efectos en el lenguaje. La realidad ha de ser nombrada, existe una desigualdad clara entre mujeres y hombres, pero también existe el movimiento feminista, que no es otro que el que lucha para combatirla. ¿Es que acaso la RAE no ve el cambio y el avance? ¿No conoce el movimiento feminista? ¿No está en las redes sociales, no está en la calle?

Sin embargo, el informe deja paso para la esperanza. Es una oportunidad para analizar una institución tan opaca, donde los procesos de captación de sus miembros tienen un amplio espectro de mejora democrática y de transparencia.

Es bueno conocer sus posiciones, la de hombres con poder y subrayar aquellas partes del informe donde si observan sexismo, porque es evidente que nuestra Constitución tiene poca perspectiva de género. Además de en el Título de la Corona, la RAE observa exclusión de las mujeres cuando se dice que son los hombres quienes realizan el servicio militar o quienes tienen el derecho y el deber de defender a España. Ahí no ven el masculino genérico, que sí perciben en el resto. Eso es por el avance de nuestra sociedad en las últimas décadas. También proponen que se incluya el nombre femenino cuando se habla de cargos, aunque recalca que el uso del masculino también es posible. El «presidente Ayuso» o los «presidentes del Congreso y Senado, Batet y Llop» se lo agradecerán. Acepta estos cambios porque dice que «estas definiciones no vienen impuestas ni por razones jurídicas, ni lingüísticas, sino por razones políticas o sociológicas en cuanto al valor simbólico de la Constitución Española hace esperar que se establezca de manera firme y categórica la absoluta igualdad de mujeres y hombres». Pues eso, sus señorías, precisamente esto, pero no solo para los cargos, para todas las personas. Queremos café para todo el mundo, porque ya se sabe que lo personal es político, y el lenguaje es poder.