El presidente visita el Estado catalán

Gonzalo Bareño Canosa
Gonzalo Bareño A CONTRACORRIENTE

OPINIÓN

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07 feb 2020 . Actualizado a las 08:43 h.

«Agradezco el tono y la predisposición de Torra». Eso dijo ayer Pedro Sánchez minutos antes de que el presidente catalán despreciara todas sus propuestas políticas, cerrara la puerta a cualquier acuerdo que no pase por la autodeterminación, exigiera «poner fin a la represión», reclamara la amnistía y asegurara que no reconoce la Constitución como marco legal. Una secuencia de hechos que demuestra que Sánchez confunde intencionadamente el diálogo con poner la otra mejilla cada vez que recibe un sopapo por parte de los independentistas. El problema es que esas bofetadas no las recibe el presidente del Gobierno, sino la institución a la que representa. Y, por consiguiente, el Estado de derecho y la Constitución. Afirmar que «la ley por sí sola no basta» frente a alguien condenado por desobediencia es una grave irresponsabilidad. Y apelar al diálogo con quien no quiere dialogar sino imponer, y presentar a quien no admite otra hipótesis que la independencia una «agenda para el reencuentro» en la que ni siquiera se menciona la Constitución es una forma de humillarse y de marear la perdiz. Sánchez solo aspira a alargar la escenificación de un falso diálogo hasta que ERC apoye los Presupuestos, le garantice así la continuidad en el Gobierno y luego ya veremos. Pero estirar el calendario, obviar las leyes que obligan a todos y negar la realidad no es forma de gobernar un país ni conduce a nada.

Hace solo una semana, Sánchez intentó evitar el trago de tener que someterse a la planificada humillación urdida por Torra. Y si ayer se sometió a la burla de ser recibido en territorio español como si fuera el príncipe de un exótico Estado extranjero, con una parafernalia desmesurada que bordeaba el ridículo, es solo porque ERC le ha obligado a ello. Todo es por tanto pura representación. Más allá de lo imprudente de reunirse con un político condenado por desobediencia, despojado de su acta de diputado y sobre el que existen serias dudas de que sea el presidente legítimo de la Generalitat, lo de ayer fue una triple farsa política. Puro teatro, porque Sánchez, Torra y Junqueras saben perfectamente que carece de cualquier sentido asumir compromisos y abrir una mesa de negociación con alguien que ya ha anunciado el adelanto de las elecciones y que no podría presentarse como candidato aunque quisiera. Alguien que es ya un cadáver político y que por tanto, y en el mejor de los casos, es solo un pato cojo.

Pero lo que vimos ayer es, además, un insulto para el resto de comunidades. ¿Qué mensaje envía un Gobierno que niega a las autonomías que cumplen sus obligaciones fiscales y constitucionales la devolución del IVA que se les adeuda y sin embargo ofrece a un presidente de la Generalitat condenado por desobediencia «autonomía tributaria y financiera», más dinero y más infraestructuras? El mismo Ejecutivo que asegura ser «una roca» frente a las «amenazas» de las autonomías que reclaman lo que es suyo se convierte en frágil pedazo de tiza ante el chantaje de unos independentistas a los que se les ofrece un marco bilateral para negociar lo que afecta a todos los españoles.