Cuerda y Steiner para rato

César Casal González
César Casal CORAZONADAS

OPINIÓN

A.Pérez

16 feb 2020 . Actualizado a las 12:55 h.

Nos dejaron los dos, como de la mano. George Steiner y José Luis Cuerda. Uno universal, y el otro que podría haberlo sido. A veces llegar a otras geografías solo tiene que ver con el altavoz que se utilice. Amanece que no es poco o La lengua de las mariposas merecían ser películas tan universales como la surcoreana Parásitos. En La lengua de las mariposas el guionista era Rafael Azcona. Hacer cine con Azcona al guion debe ser como jugar al fútbol al lado de Messi. Coser y rodar. Pero Cuerda, en nuestro mundo, y Steiner, en varios continentes, compartían algo que cada vez existe menos: el poso y el peso leve de la sabiduría. Eran sabios porque leían y escuchaban. Porque aprendían. No se consideraban en posesión de ninguna verdad especial. No creían que su firma fuese más importante que la de otros. Ellos eran esponjas, meros transmisores de cultura. Raras maravillas que en los tiempos que corren de estúpido velo y de tertulianos desinformados de pacotilla son más difíciles de encontrar. Casi dan ganas de considerarlos a los dos como de una estirpe de la que ya quedan pocos: eran dos de los últimos europeos. Si consideramos a Europa como ese sueño frustrado de civilización que se nos está quebrando. Cuerda buscó refugio en unas viñas en Ourense y, desde allí, seguía impartiendo clase. Como un griego o un romano que encuentra la paz entre vides, libros, películas, charlas. En la periferia está el centro de nosotros mismos, parece que nos quería decir. Qué gran tipo. Europa está quemando bibliotecas y cines enteros cuando se nos van seres así. Los últimos europeos. George Steiner que hablaba seis idiomas, entre ellos el latín y el griego (ambos asesinados hoy por los sistemas educativos que padecemos) era una enciclopedia andante. Sus libros son densos, pero de un nivel estratosférico. Necesarios. Pasión intacta esconde un análisis magistral de El proceso de Kafka, la metáfora con la que aquel checo genial clavó el absurdo de la burocracia, la atrocidad de la justicia injusta. Pero Steiner era mucho más que sus libros. Cada vez que hablaba dejaba frases inolvidables. Auténticas señales para sobrevivir. Consejos imposibles de apartar. Un par de ejemplos dedicados a los generaciones que vienen. Steiner: «La educación escolar de hoy es una fábrica de incultos» o «estamos matando los sueños de nuestros niños». O todavía mejor: «Los jóvenes ya no tienen tiempo de tener tiempo». Ellos leían. Steiner y Cuerda. Ellos sabían bucear en los textos para luego hablar. Termino con más Steiner y esta Europa amenazada (sus ausencias serán gigantescas, aunque nos queden sus obras): «Es un milagro que todavía exista nuestro continente. Una mesa, un buen café y unos libros… eso es una patria».