Un incomparable filántropo

Alfonso Palacio REDACCIÓN

OPINIÓN

18 feb 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

La noticia del fallecimiento de Plácido Arango nos ha sumido, a los que queremos al Museo de Bellas Artes de Asturias, en una gran tristeza. Plácido era nuestro Patrono de Honor, uno de los más grandes benefactores que ha tenido nuestra institución y ante todo un fiel amigo de la misma. A quienes además hemos tenido la suerte de tratarlo en vida, aunque sólo fuera en sus últimos años, en él descubrimos a una persona extraordinaria, de las que dejan profunda huella. Plácido, el incomparable filántropo, mecenas o, como él prefería que lo llamaran, coleccionista, era un ser extraordinariamente culto, prudente, generoso, gran conversador y detrás de todo lo cual parecía latir una vida plena. En definitiva, Plácido era un modelo de virtudes, en el más puro, preciso y si se quiere humanista sentido del término.

Su vinculación con el Museo de Bellas Artes de Asturias, primero mostrando una parte de su colección y en 2017 con la extraordinaria donación de 33 obras procedentes de la misma, a la que habría que añadir otra más entregada unos años antes, es histórica. Esa donación, realizada en memoria de sus padres Jerónimo y María Luisa, de orígenes asturianos, y a la institución que según él representaba lo mejor de la cultura patrimonial en la región, supuso para el Museo un salto cualitativo enorme, que lo afianzó por su colección entre los mejores centros regionales de bellas artes españoles. Además, se hizo sin contrapartidas de ningún tipo, por el simple deseo del donante de rendir un tributo a la memoria de sus padres y engrandecer al museo de la tierra de sus ancestros. La noticia abrupta de su muerte, hoy, supone una pérdida irreparable para la cultura en general y para la asturiana en particular, por la que tanto hizo desde los diferentes frentes que ocupó. Y sobre todo supone la pérdida de un gran ser humano. Descansa en paz, querido Plácido. Te echaremos mucho de menos.