¿Hay un antes y un después?

OPINIÓN

20 mar 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

El artículo que escribí hace una semana terminaba diciendo «prevención, paciencia, tranquilidad, responsabilidad y cero alarmismos e histerias». Me faltó añadir ánimo y aguante para hablar del confinamiento obligatorio que se nos venía por delante en nuestras casas. En la noche del sábado al domingo de la semana pasada entró en vigor el Estado de Alarma, situación que están repitiendo otros países del mundo, con el fin de «frenar la curva» y reducir los casos de contagio al mínimo posible. No obstante, y en palabras de Fernando Simón (todo mi reconocimiento por su extraordinario trabajo en esta crisis sanitaria) todavía no hemos llegado al pico, por lo que nos faltan varios días más para llegar «a lo peor» (para alcanzar ese dato máximo de contagiados en nuestro país). Vaya por delante mi deseo de recuperación a todos los infectados, mi pésame por los fallecidos a causa del virus y mi pleno apoyo en las autoridades para ganar esta guerra, como se empieza estos días a llamar a esta situación. ¿Quién nos iba a decir, cuando con la cancelación del Mobile World Congress se puso a parir a Ada Colau, que estábamos en el prólogo de lo que íbamos a vivir ahora? Nadie podía imaginarlo.

El Presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, dio cuenta (el pasado miércoles en un semivacío Congreso de los Diputados) de las medidas económicas y sociales que ha aprobado el Ejecutivo nacional. Se movilizarán unos 200.000 millones de euros (casi el 20% del PIB, de los que 117.000 euros serán públicos). Muchas personas han aplaudido que ya era de salvar a las personas en vez de a los bancos y a las grandes empresas como en antaño. Las comunidades autónomas y los ayuntamientos también están ofreciendo y están destinando todos sus recursos para no dejar tirado a nadie. Hay que celebrar que, salvo casos concretos, no está habiendo división política, y todas las administraciones están poniendo la carne en el asador para que nadie se quede atrás y podamos pasar estos días sin problemas para abastecernos, para que las niñas y los niños puedan continuar disponiendo de la beca del comedor y para que las personas mayores puedan recibir ayuda a la hora de realizar la compra, por citar tres ejemplos. Tiempo habrá después de valorar el papel de cada uno (tanto en lo social como en si se está preparado o no para hacer el llamado teletrabajo) pero ahora lo prioritario es atender a la ciudadanía.

La pregunta que me estoy haciendo estos días es si esta situación cambiará nuestras vidas. En todos los sentidos: ¿Nos hará tener más conciencia con el higiene personal, como por ejemplo lavarnos varias veces las manos? ¿Se impulsará el teletrabajo? ¿Las manifestaciones pasarán de las calles a los balcones, tanto para mostrar nuestro apoyo (como a los sanitarios a las 20 horas) como nuestras quejas (como la cacerolada del pasado miércoles a la monarquía)? ¿La cultura dejará de llenar teatros para pasarse al streaming? ¿El humor se centrará en los memes y en los vídeos cortos para el móvil? ¿Recuperaremos nuestra vida social (la de los bares, la fiesta por la noche…) o se multiplicarán nuestras relaciones por internet (a través de Skype, WhatsApp y demás aplicaciones)?

En definitiva, ¿hay un antes y un después? Lo que está claro es que saldremos en los futuros libros de historia, y ojalá que sea para bien y que se nos pueda recordar como resistentes en nuestras casas, evitando miles de muertes por cumplir con las exigencias marcadas y dando una patada al egoísmo, al individualismo y a las privatizaciones que nos quiere imponer el salvaje sistema capitalista.